sábado, 20 de febrero de 2010

Conchi Moreno, mi maestra de prácticas




Sergio Naranjo nos vuelve a dejar con otra de sus perlas. Hoy, casualmente, es un día especial para Conchi Moreno ya que es su cumpleaños, por lo que queremos dejarle con este pequeño gran regalo de Sergio Naranjo, uno de sus alumnos. Muchas gracias a Sergio y ustedes a disfrutarlo.

Para Conchi Moreno. Un hada de cuento.
Habitualmente no suelo escuchar entrevistas a quien no tiene nada que decir, pero me paro y escucho a quien habla cosas del pueblo, cosas de la gente. Cosas mías. Al otro lado todos aquellos que José María García llamaba chupópteros, correveidiles, abrazafarolas, todos ellos con una cara descomunal, todos cotizando seis años para quedarse cobrando pensión completa toda su vida y que pague el pobre. Pero a este lado siempre hay gente que me llama la atención.Conchi Moreno fue presentada por Esteban en la radio como una activista por Tamaraceite. Nada que objetar, mientras me picó la curiosidad y me esperé. Y entonces oí aquella voz. Y la volví a escuchar, y me volví a sumergir en mis recuerdos. Campanilla me volvió a llamar desde el País de Nunca Jamás. Alicia me volvió a invitar a entrar en su País de las Maravillas. Y mientras aquella voz iba desgranando una historia personal a favor de Tamaraceite, yo me iba maravillando que a veces, esta curiosa memoria mía, que absorbe lo que le interesa y me hace sudar Dios y patria para memorizar lo que a ella no le impacta, trae también los momentos buenos de mi vida.Y tal como funciona esta memoria, y tal como me sentenciaron hace muchos años ya, en oyendo algo que me insinuara un recuerdo, como quien pone en marcha una cinta de video, mi cerebro recordó, me puso allí, a fines de 1972 en aquella clase de Don Antonio, en El Toscón, frente a una maestra en prácticas que se llamaba Señorita Conchi, una hija de Don Manuel. Éramos niños de segundo, con siete años la mayoría, y nos dejamos llevar por la hipnosis de su semblante, risa embalsada, alegría de una mañana fría y gris de diciembre que ella gratificó.Se puso delante de nosotros tras la pizarra, y un hada madrina nos encantó, y nos enseñó la letra de dos villancicos, tan distinto aquel pequeño tamborilero del habitual de Raphael, tan íntimo. Pero lo conocíamos y lo cantábamos con nuestras vocecillas desafinadas. Y de aquel otro, sopas le dieron al Niño, que nadie conocía y que ella hubo de cantar varias veces, para que su voz se deslizara por el gélido aire de aquella mañana como barranquillo de aguas termales. Y recuerdo aquel cuerpecillo joven y garboso, enfundado en un pantalón negro de pana y una camisa blanca de hilo; aquel peinado de la época hecho a un pelo moreno y recortado. Y la voz, ensoñación angelical.Siempre me quedé con el deseo de encontrar aquel villancico, pero nunca lo vi, hasta que treinta años después lo encontré sonando como música ambiente en unos grandes almacenes. Y les hice quitar aquel disco del reproductor, llevarlo al almacén y contabilizarlo para que me lo pudieran vender. Y lo volví a poner. Pero no sonaba la voz de aquel coro, sonaba la tuya, Conchi. Aquellas sopas se las comió San José no porque estuvieran dulces. Sino porque las cantabas tú. Porque mientras yo tenga memoria, como en las entrevistas de Esteban, siempre habrá otro lado reservado para gente como tú. Cada Navidad habrá un lado para las luces, la hipocresía, los gastos, el materialismo... Y habrá otro para la luz, la sinceridad, la sencillez, el compromiso...La dulzura de tu voz, cada año, permanece en el fondo de mi inocencia, en mi candidez, en mis mejores deseos, haciendo salir a la luna bella y al hermoso sol, el que nos alumbra con su resplandor. Como tu voz.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Conchi si a mi me dijeran cosas así..., la verdad que te podrías aliar con Esteban y entre los dos recopilar recuerdos del colegio y de los profesores, con fotos y con la prosa de Sergio quedaría algo bonito y sobre todo quedaría plasmado para siempre. Ahi va la idea

Anónimo dijo...

Muchas felicidades para Conchi.
Precioso comentario el que le ha dedicado Sergio Naranjo.