martes, 28 de octubre de 2008

Los "finaos" y el Rancho de Ánimas


Con la palabra Finaos, que en realidad es Finados que significa "persona muerta" o "difunto", se hace referencia en muchos sitios de Canarias, a una fiesta popular que se celebra la víspera del día de todos los santos, el 1 de noviembre. La tradición de los finados era, eminentemente, familiar. El día de los finados se celebraba el 2 de noviembre. La víspera de ese día, la mujer de mayor edad de cada familia recordaba a los muertos, los finados, los que habían llegado a su fin. La madre o la abuela contaba anécdotas de los finados de la familia y los hacía presentes con sus palabras. El baile de taifas se realizaba el día anterior a los difuntos, empezaban a las nueve y terminaban a las doce, pues había que respetar el día de los difuntos que se celebraba al día siguiente. La fiesta hoy consiste en acudir con trajes tradicionales y consumir castañas asadas, beber anís, ron miel y reunirse con amigos y familiares, también se celebran bailes de taifas a partir de las 21:00 horas.

El Rancho de Ánimas por su parte está formado por un grupo de hombres y dirigido por un “ranchero Mayor”. Su fin es mantener el culto piadoso por las personas fallecidas. Iban por los campos cantando y recogiendo dinero, que luego entregaban para la celebración de misas por las ánimas. Suele comenzar el 2 de noviembre con una ceremonia en que se comen frutos: nueces, castañas, etc. Desde esta fecha y durante dos o tres meses se reúnen en distintos lugares para entonar sus endechas –en octosílabos- y coplas en hexasílabos, dedicados a varios temas: tema de las ánimas; tema de un difunto concreto; temas de milagros o historias de santos.

lunes, 20 de octubre de 2008

Tamaraceite en el sur de EEUU


Hacia finales de la década de 1720 y principios de la siguiente grupos de isleños poblaron y colonizaron diversos puntos de Tejas, en donde fundaron ciudades como San Fernando, Galveston, Valenzuela y San Antonio. A partir de 1740 y por una década se programó el trasvase de quinientas familias canarias hacia Florida, a razón de no más de cincuenta familias por año. Se trataba de familias campesinas, conocedoras de las labores agrícolas a las que se proporcionaban semillas para una o dos cosechas, animales, tierras y franquicias para la exportación de productos agrarios a los puertos del norte y el sur de la América española. Se alentaba así la emigración a unas tierras sobre las que, además, se informaba de su gran fertilidad.

Fue en 1736 cuando se aplicó la primera dula para la distribución de las aguas del río San Antonio. En el desarrollo de aquella normativa en el sistema de irrigación jugaron un papel especial el colono Antonio Rodríguez y el gobernador Carlos Benítez. Antonio Rodríguez, uno de los fundadores de San Antonio, era natural de Tamaraceite (Gran Canaria), donde muy joven había trabajado con su padre en las actividades de riego y de reparación de acequias. Antonio Rodríguez tenía 18 años cuando llegó a San Antonio. Fue nombrado mayordomo de la nueva villa. Este cargo le responsabilizaba de la administración de los fondos públicos y de la supervisión de las obras públicas, materia en donde pudo aplicar los conocimientos que sobre los sistemas de irrigación llevaba desde su isla natal. Por otro lado Carlos Benítez Franquis de Lugo, natural de la Orotava (Tenerife), fue gobernador de Tejas en 1736 - 37 y en tal desempeño decidió la puesta en práctica de la primera dula para la distribución de las aguas del río. El hecho de que la correspondencia de una dula con un día de agua en San Antonio sea semejante a la costumbre de Tenerife permite pensar en la participación de este gobernador canario en la institucionalización de la distribución de las aguas durante los primeros años de la colonización. Así había comenzado un singular capítulo de la presencia de los isleños en lo que hoy es el sur de los Estados Unidos. Sus costumbres y, en este caso, su aportación en los procedimientos de irrigación de aquellas tierras, significaron una contribución cultural para la sociedad colonial de San Antonio e incluso para la ciudad de San Antonio de Tejas de nuestros días, en donde viven importantes grupos de descendientes de canarios con sus raíces bien definidas.

Fuente: Revista Aguayro

miércoles, 15 de octubre de 2008

Las Misiones

Siempre suele recordarse con entusiasmo el paso de los misioneros que ha servido para la renovación espiritual de los feligreses. A continuación les trascribo algunos documentos de las primeras misiones. La primera que se dio en Tamaraceite fue en 1961, y el obispo Pildain escribe una carta a los vecinos en estos términos:
A nuestros muy queridos hijos en Jesucristo, los feligreses de la parroquia de San Antonio Abad de Tamaraceite: salud y bendición.
Mis muy queridos hijos: En nuestra solicitud por salvar vuestras almas, según nos lo exige nuestro cargo pastoral, queremos haceros participantes de las gracias de una misión.
Y accediendo a la súplica de vuestro celoso Pastor os enviamos al R. P, Manuel Coello, Florentino Meneses y José Herrera de la Congregación de la Misión, fundada por San Vicente de Paúl y a los reverendos D. Vicente Rivero, Don Olegario Peña y Don Manuel Hernández, sacerdotes de nuestra Diócesis de Canarias. Por las presentes, Nos les concedemos toda nuestra autoridad para predicar en nuestro nombre la palabra divina durante todo el tiempo preciso para el bien de la misión.
Les autorizamos para bendecir al pueblo con el santísimo sacramento y para todas las ceremonias de uso en sus Misiones y que ellos juzguen útiles y convenientes (....) dado en nuestro palacio episcopal de Las Palmas de Gran Canaria, a cuatro del mes de julio del año del Señor de mil novecientos sesenta y uno.
Con motivo de esta misión, el párroco de San Antonio Abad, D. Ignacio Domínguez, escribió al alcalde en una carta fechada el 21 de junio:
Estimadísimo y respetable Sr. Alcalde: Al acercarse la GRAN MISIÓN en esta parroquia de San Antonio Abad y en sus pagos, me es grato ponerlo en su conocimiento, rogándole que asista personalmente o por medio de un representante al recibimiento de los Padres Misioneros que será, (D. M.) a las siete de la tarde del día 4 del próximo mes de julio y a la clausura de la misma el 16 del mismo mes.
Para que todos los fieles puedan aprovecharse de este inmenso beneficio del Señor, se establecerán en la parroquia cuatro centros misionales: dos en el casco de la población; uno, en la capilla del cementerio de san Lázaro, si V. E. lo permite y otro en el almacén de D. Juan Martel Navarro, en Las Torres. Para ello vendrán siete padres misioneros: uno de la península, dos de Tenerife y cuatro de esta capital.
Como podrá observar una propaganda a fondo, el transporte de los misioneros, la estancia en esta parroquia durante doce días ocasionará cuantiosos gastos.
Confiando en la comprensión de V. E. ante el inmenso beneficio que se hará a los ciudadanos de este sector del Municipio, me permito suplicarle la ayuda económica que le sea posible, seiscientas sillas, a poder ser gratuitamente, y la estancia de un guardia junto al almacén de D. Juan Martel en Las Torres, en las horas de 19,30 a 21,30, para impedir que alguien pueda causar daño en los árboles frutales junto a este centro de Misión.
Pero D. Ignacio no sólo escribió al alcalde. A las personas más pudientes solicitó ayuda para las misiones. En una carta a D. Domingo Betancor Suárez le dice: ...que, como usted sabe, esta población necesita una sacudida a fondo. A ver si con la gracia de Dios logramos que despierte del materialismo e indiferentismo en que se encuentra. Al acercarse el acontecimiento más grande de la parroquia de Tamaraceite, pues por primera vez en la historia de la misma, siete misioneros en distintos centros la misionarán por espacio de doce días consecutivos, me permito pedirle un coche para instalar en él un equipo de altavoces y hacer la propaganda por todos los rincones de la parroquia.
A los empresarios les escribió también una carta solicitando permiso para que permitiera a los trabajadores de la empresa asistir a los dos actos más importantes de la Misión el primero a las cinco y media de la mañana y el segundo a las 8 de la tarde: Estoy seguro que, por una hora que pierdan cada día de la Misión no se perjudicará en gran cosa. Y si en algo se perjudica en lo material, son tan importantes los bienes espirituales, que durante los siete o diez años que se tarde en celebrar otra Misión, los recuperará con creces.
La Misión comenzó el día 4 de Julio de 1961. Un poco antes de las ocho de la tarde, los misioneros fueron recibidos en El Puente donde “se había congregado una gran multitud, sobresaliendo los niños de las escuelas portando banderitas de papel, que prorrumpieron en vítores y aplausos cuando los sacerdotes se inclinaban reverentes ante el crucifijo. Luego caminaron hasta la plaza y, desde el balcón de la casa de Don José Villegas, el párroco dio la bienvenida a los misioneros. A continuación se organizaron los cortejos procesionales hacia cada centro misional:
Los del Cardón y Las Torres, con el P. Coello y D. Vicente Rivero.
Los del cementerio, con D. Olegario Peña.
Los de La Milagrosa, con el P. Gómez y D. Manuel Hernández
En el centro parroquial quedaron el Padre Meneses y el P. Marcos
Al Rosario de la Aurora, a las cinco de cada mañana y a la conferencia de la tarde asistían cada día unas trescientas mujeres y un poco menos de hombres.
En los años 90, siendo párroco D. Olegario Peña, hubo de nuevo misiones populares que se dieron en todos los barrios de la Parroquia. Los Padres Redentoristas fueron los encargados de predicar la misión.

viernes, 10 de octubre de 2008

Tamaraceite también fue emigrante


La emigración es un fenómeno que afectó a muchas familias tamaraceiteras o tamaraceitenses como dice nuestro buen amigo Antonio Ojeda.
La gran expansión económica y la oferta de empleo en algunos países como Brasil y Venezuela en los años 50 y 60, hizo necesario que hubiera que recurrir a la mano de obra extranjera para poder atender esta demanda que, por su peligrosidad o peor sueldo, no era atendida por los propios del país.
A principios de los 50, muchos de los tamaraceiteros como Francisco González, Andrés, Facundo y Suso Bolaños, Santiago Ramos, José Juan Arencibia, José Manuel Tejera, etc. tuvieron que emigrar a países sudamericanos, sobre todo a Venezuela y cuando esta cerraba sus fronteras, a Brasil, en busca de un trabajo que en Gran Canaria no encontraban. Allí llevaron a cabo actividades laborales en los niveles inferiores de la industria y de los servicios, peonaje industrial, construcción, hostelería, servicio doméstico, etc.
Esta emigración de mitad de siglo contribuyó en algunos de nuestros vecinos a traer un dinero y adquirir experiencia que aquí en la isla era imposible de conseguir.
Tamaraceite pasó con los años de ser un pueblo emisor de mano de obra hacia otros lugares a ser un lugar receptor de mano de obra y de personas que trabajando en otro sitio y procedentes del campo (Artenara, Teror, etc.), se asentaban en esta zona por su cercanía al centro de trabajo.
Vivir en Tamaraceite por los años 50 era duro, había que levantarse dos horas antes para ir a trabajar hasta Guanarteme y volver caminando si no había dinero. No se ganaba mucho, los domingos se iba a la plaza, al cine, el que tuviera dinero o a casa de don Santiago el Grande en La Montañeta para ver “Los Cristobalitos”, títeres que hablaban detrás de unas cortinas de sacos de guano.
Irse a trabajar a Venezuela o a Brasil no fue fácil ya que “la tierra arrastra”. Pero muchos de nuestros paisanos sí que lo hicieron y la verdad, con bastante suerte. Barcos como “El Lucania” italiano, y cuya travesía duraba 7 u 8 días, “El Entrerríos”, carguero argentino acomodado para emigrantes en el que había barracones donde dormían más de 40 personas los 12 días que duraba el viaje o “El Cabo de San Vicente”, fueron los nombres de algunas de las embarcaciones que hasta allí los llevaron.
Los papeles los arreglaba “La Emigración Católica” que estaba situada en la iglesia de El Pino, en el Puerto. Costaba unas 4.000 ptas. irse a Brasil, se pagaba la mitad aquí, antes de zarpar y el resto al llegar allá. Manolo Falcón, Martín, Colín de las Torres, Ramón Beltrán, Minguillo y Paco fueron algunos de los que se fueron para allá.
Sao Paulo y Río de Janeiro fueron las ciudades brasileñas que acogieron a los hermanos Bolaños, donde empezaron ganando unas 200 ptas. a la semana.
Andrés a los ocho meses de estar en Río se fue a Sao Paulo, donde lo empleó el embajador de España en Río. Ya en Río comenzó a trabajar de sastre. Allí estuvo tres años trabajando para después irse a Venezuela. Andrés aprendió deprisa el portugués. En Sao Paulo le llamaban “carioca” porque hablaba portugués como los de Río. Allí conoció a Ademir, futbolista de la selección brasileña que eliminó a España del campeonato del mundo.
Facundo, su hermano, llego a tener a 200 personas trabajando a su cargo y empleó a Paco, José Manuel y a Minguito entre otros.
Santiago Ramos se fue a Venezuela cuando tenía un buen trabajo, en la oficina de los González, pero quería progresar. Empezó trabajando en una carpintería, luego pasó a ser chofer en la embajada de Caracas hasta que se compró un camión y se dedicó al transporte del jugo “Yuquerí” y de chatarra. Más adelante se compró un taxi y se dedicó en su tiempo libre, los domingos, a trabajar con el coche para ganar más dinero y poder enviarlo a su familia.
Todavía recuerda algún momento entrañable de su estancia en Venezuela: “fue cruzando el lago Maracaibo cargado de Yuquerí, vimos un petrolero llamado Tenerife, al ver el nombre e ir algunos canarios conmigo comenzamos a saludarlo, cuando el barco nos respondió al saludo con la sirena, no pude contener las lágrimas”.
Para ahorrar dinero Santiago Ramos dice: “sólo fui al cine una vez en mi estancia en Venezuela porque quería ahorrar para mandarlo para Tamaraceite. Como los fines de semana no había transporte con el camión, me compré un taxi para ganar unos bolívares”.
Muchos de ellos recuerdan todavía hoy, momentos en que la emoción les embargaba al oír hablar de Tamaraceite o hacerlo con sus seres queridos. Manuel Cabrera Rivero, conocido por Macriver, jugó un papel importante de enlace entre los que tuvieron que emigrar y sus familias en el pueblo. Adoración se acuerda de hacer cientos de kilómetros para ir a hablar con su familia por una emisora de radioaficionado. Sus padres estaban con Manolo Macriver y ella no pudo articular palabra.
Finales de los 60 y principios de los 70 fueron los años de la vuelta. Al llegar se encuentran con otro Tamaraceite: “había más coches, más trabajo, sobre todo en el puerto, haber ido para allá nos abrió muchas puertas aquí”.
Sin duda que la experiencia es un grado y la vivida por estas personas, como la de muchos otros que aunque no aparecen recogidos en este blog sí que los tenemos muy presentes, fue algo que los marcaría para toda la vida.