¿Me conoces mascarita? Una expresión que ya pertenece a nuestro pasado más entrañable. Cómo han cambiado los carnavales en los últimos cuarenta años. Se ha ido pasando progresivamente de un carnaval activo a un carnaval pasivo. Un carnaval en que todo nos lo hacíamos con lo que teníamos en casa o con ropa prestada y ahora todo está hecho. Cualquier artilugio o disfraz que queramos está en el mercado. Un golpe duro a la imaginación de niños y mayores. Todavía recuerdo cuando deseábamos que llegase el carnaval para salir a la calle, e ir de casa en casa a pedir un "huevito". Una tradición que con el tiempo se ha perdido, y a mi modo de entender, con ella ha ido desapareciendo la escencia de las fiestas de las carnestolendas. Yo no viví la "fiesta prohibida" que vivieron mis padres y abuelos, en los que a muchos les tocó correr delante de la policía armada con aquellos trajes de "arretrancos" o aquellas fiestas casi clandestinas debajo del bombillo del farol callejero al son de una música discreta para no ser oídos por las autoridades. Aunque sí que es verdad que a todos les tocaba "cuidar" un rato para dar la voz de aviso si aparecían los guindillas. En los años 60 y 70 en nuestros pueblos eran tradicionales las fiestas de la Sociedad de Recreo, para los más pudientes, y las del Cine, a la que podía ir toda la gente sin distincion de clase social. Allí se entremezclaban ricos y pobres, los de la Montañeta y los de la Carretera, los de aquí y los de afuera, todos unidos al son del ritmo que imprimían las orquestas de moda del momento, La Tropical o Los Covina. Incluso había tiempo para las fiestas infantiles las 5 de a tarde. Las cosas han cambiado, hemos pasado de un carnaval familiar y de pueblo o de barrio, a un carnaval mediático y comercial. Ya no hace falta salir de casa para vivir el carnaval, se puede hacer desde el sillón de casa y sin ponerse un triste antifaz. Y sobre todo, no se dice esa frase que tantos recuerdos de mi niñez me trae: ¿me conoces mascarita?
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