sábado, 30 de mayo de 2009

Tamaraceite, de cantón aborígen a barrio dormitorio.

Gran Canaria, según Viera y Clavijo, estaba dividida en varios cantones o pequeños estados: Galdar, Telde, Agüimez, Texeda, Aquexata, Agaete, Tamarazeyte, Artebirgo, Artiacar y Arucas, gobernadas por reyes, llamándose el de Tamarazeyte “Adeun”. Tamaraceite desde tiempos prehistóricos ha estado muy influenciada por el hombre ya que era un lugar de vital importancia agrícola y ganadera dentro de la isla de Gran Canaria, como así recogen diferentes historiadores. La población aborigen se asentaba principalmente en lo que hoy conocemos por “La Montañeta” y prueba de ello son las innumerables cuevas que existen en la zona y que sirvieron de vivienda a nuestros abuelos, hace apenas 40 ó 50 años. También se han ido descubriendo otros asentamientos, donde se han encontrado restos de construcciones y necrópolis: Los Dragos, Los Giles, Lomo los Frailes, Rugayo, Las Cuevas del Rey y la Montaña de San Gregorio. Este último yacimiento se encuentra en un antiguo camino que llevaba a la gente en ruta hacia Teror. En uno de sus márgenes se levantaba una ermita del S.XVI de la que sólo quedan restos de sus muros ya derruidos junto a unos "mamotretos" en una zona hasta hace pocos años protegida. Viera y Clavijo, del mismo modo, hace referencia al cantón de Tamarazeyte, ya que cuando se otorgó la escritura de toma de posesión de la isla por Diego de Herrera el 11 de enero de 1476, fueron enviados canarios de cada uno de los pueblos de la isla, entre los que se encontraba el enviado de Tamarazeyte.
Esta zona fue muy abundante en agua por lo que no es equivocado decir que fuera un lugar apetecible para el asentamiento aborigen. Así mismo era un sitio de paso hacia el centro y norte de la isla ya que aprovechaban el barranco de Guanarteme o las suaves lomas que había entre La Isleta y Tamaraceite.
Desde 1476 se data la existencia del cantón de Tamaraceite. Durante la colonización, los historiadores Abreu y Galindo y Morales Padrón hablan de capturas de ganado, productos agrícolas y de la existencia de grandes palmerales. En el S. XVII hay referencias de las primeras inundaciones. En 1641, cuando sólo llevaba un año construida la ermita, un temporal hizo correr el barranco de Tamaraceite, inundándose la misma. Se veían nadando las vigas, tablas y tallas a pesar de que ésta se encuentra a más de 25 metros del lecho del barranco.
En este periodo colonial, S.XVI y XVII, aparte de las cuevas de la Montañeta, se constituye un caserío, concentrado en hacienda de señores y que se ubica en el margen izquierdo del barranco de Tamaraceite, en lo que ahora es El Puente o Las Casas de Abajo. Este primitivo poblamiento, junto a La Mayordomía, donde se levantó la ermita de San Sebastián y San Buenaventura en 1683, estaba compuesto de casas modestas cuyas características de construcción eran: tejado a dos aguas con cubierta de tejas y balconada, existiendo algunas construcciones de dos plantas.
Asimismo en este siglo y en el siguiente, el XVIII, se continúa con la desforestación de toda esta zona. Según René Verneau, aquí aparecen las primeras plantaciones de caña de azúcar. En 1735 el obispo de Canarias don Pedro Manuel Dávila y Cárdenes a través de las Constituciones Sinodales le da a Tamaraceite una población de 100 vecinos.
En el S.XIX hay referencias de cultivos como el trigo, legumbres, papas y hortalizas y se empiezan a construir importantes depósitos de agua. A la influencia de la agricultura y de los fenómenos naturales en la degradación del paisaje hay que sumar desde mucho antes el sobrepastoreo, ya que los rebaños de Tamaraceite permanecían aquí desde noviembre hasta julio, para después trasladarse a Valleseco o Firgas.
René Verneau en su libro Cinco años de estancia en las Islas Canarias habla de cómo era este lugar: “en Tamaraceite todos los cocheros que vienen de la capital hacen su primera parada para que sus caballos descansen y para humedecerse el gaznate. El cochero canario es un tipo especial. Familiar con todos los viajeros, buen chico en el fondo, tiene que hacer un trabajo increíble a cada subida. Ustedes lo verán levantarse de la silla, gesticular, agitar su látigo y dar gritos enormes a sus caballos... He dicho que el agua es abundante en Tamaraceite. Relativamente lo es en toda la isla, pero en ninguna parte como en el norte. A una corta distancia de la carretera, enfrente de Tamaraceite, se ve San Lorenzo, y a lo largo del camino se encuentran aglomeraciones de casas. En esta comarca la naturaleza arcillosa del suelo permite construir sin muchos gastos amplios depósitos. Para conservar el agua es suficiente excavar un agujero en un sitio conveniente”.
Ya en el S. XX, la introducción del plátano y del tomate contribuye a que el paisaje que conforma Tamaraceite se termine de transformar. Desde finales de los años 40 hasta la actualidad, se produce en Tamaraceite una profunda transformación del paisaje urbano con respecto a otras zonas del municipio de Las Palmas de Gran Canaria, ya que hasta estos años, el poblamiento se caracterizaba por un lento crecimiento. En más de 250 años sólo aumenta en 700 habitantes.
La razón de este crecimiento es el masivo éxodo rural que se produce en esta época. Tamaraceite se constituye en una zona de asentamiento barato, sin planificación, cerca de la ciudad y a la vez cerca de sus núcleos rurales de procedencia que son Artenara, Teror, Valleseco, etc. El Nomenclator de 1950 cifra en 2.712 habitantes de derecho y 2.673 habitantes de hecho.
Muchos de estos asentamientos o barrios surgen en zonas donde las actividades agrarias comienzan a caer en desuso, ya que van abandonando los bancales y los embalses.
Los habitantes de estos nuevos barrios se van a emplear en el sector terciario y en la construcción, trabajando muchos de ellos en el sur de la isla. Podemos decir que desde mediados de los años 60 y principios de los 70, Tamaraceite queda convertido en un barrio dormitorio. Al no tener más suelo en el casco, se van situando las nuevas construcciones en la periferia, surgiendo barrios satélites como Lomo de los Frailes, Las Suertes, Piletas y La Galera.
El censo de 1981, efectuado por el I.N.E. en la provincia de Las Palmas, refleja una cifra de 5.708 habitantes. En el padrón de 1986 la cifra era de 7.560 habitantes. En la encuesta de población del I.C.E. realizada en 1996, Tamaraceite casi había doblado su población, arrojando unas cifras de 13.573 habitantes.
En los últimos años del S XX se produjo en Tamaraceite y en general en toda España, un boom económico, con una bajada importante de los tipos de interés, lo que originó una gran demanda de viviendas. Tamaraceite y todo el Distrito Tamaraceite San Lorenzo Tenoya se ha visto muy afectado por este fenómeno, estimándose la población en 34.319 habitantes en el año 2000, y en el último censo los datos son escalofriantes ya que son cerca de 50.000 los habitantes de este distrito.
Pero este aumento de población y de construcciones no se ha visto beneficiado con la realización de una infraestructura adecuada, para que estos habitantes tengan una buena calidad de vida. No hay parques, ni nuevas canchas deportivas, ni un nuevo centro de salud, sino que se continúa con el mismo equipamiento que cuando la población era mucho menor. Tamaraceite desde 1950 hasta los 80, es un claro ejemplo de subdesarrollo urbanístico, con una alta especulación parcelaria, donde no existen zonas verdes, no se reservan áreas para equipamiento y se parcela en función de la demanda del suelo. En los últimos años se está construyendo de manera desmesurada pero con cierta planificación aunque tampoco está siendo equivalente el crecimiento con la creación de infraestructura deportiva, sanitaria y social adecuada.

viernes, 22 de mayo de 2009

La Primera Comunión

Las fiestas litúrgicas no sólo eran motivo de devoción sino de verdadero festejo y alegría. Debido a la falta de espacios de ocio tal y como los tenemos ahora los habitantes esperaban con deseo actos como las “Novenas de Mayo”, la excusa perfecta para, además de rezar a la Virgen, realizar representaciones en las que participaban todos. Los niños se esmeraban en memorizar aquellos versos que luego iban a ser escuchados por un ansioso público.
La Primera Comunión era y es un evento que los niños esperan con ilusión. Hay quien la recuerda muy bien, sobre todo los más veteranos. Antes de recibir el sacramento no debían ingerir alimento alguno, al menos doce horas antes de la celebración, así que los bostezos, desmayos y desvanecimientos eran muy usuales. Los vestidos eran sencillos, hechos en casa. La Plaza, siempre presente, ofrecía su escalinata para la tradicional foto de grupo que muchos tendrán todavía en algún lugar privilegiado de su casa.
Luego venía la Confirmación, muy poquito después de la Primera Comunión. En los años del obispo Pildain, se aprovechaba el balcón de la casa de Pinito Villegas para desde allí dirigir la celebración.
Todos recuerdan la catequesis como una obligación cotidiana más, antes de entrar a la Iglesia se formaban las correspondientes filas, como si se tratara de la escuela y podían escucharse los cantos de los niños para luego comenzar la jornada de catequesis.

sábado, 16 de mayo de 2009

Las tiendas y los bares de antes en Tamaraceite


Hoy vamos a recordar las tiendas más antiguas de Tamaraceite. Una de las más populares fue la tienda de Mariquita Serapita, donde se podía comprar embutidos, chorizos, pan y los famosos bizcochos lustrados que estaban hechos de una masa compuesta de la flor de la harina, huevos y azúcar cocida en un horno pequeño y en trozos de distintas formas y no gran tamaño. Se le llama lustrado porque está cubierto de una capa de almíbar a punto de nieve que se cristaliza al meterla en el horno. Los coches de hora hacían su parada justo enfrente, en la misma curva, y muchos de los que en ellos viajaban bajaban a comprar los famosos bizcochos de Mariquita Villegas. En el muro de Mariquita Villegas y en el de Juan Pérez se formaban grandes tertulias, al igual que en el bar de Cristóbal, un poco más abajo, punto este importante del paseo por sus olores y por los encantos de Fiíta. En los descansos de los bailes se iba al bar de Cristobal a comer calamares, vueltas o mero y la copita de anís, sifón, vermut o la clásica cerveza. Si volvemos a cruzar la carretera y desde el callejón del cine hasta la plaza, al lado de Mariquita Pernía estaba el bar de Horacio que antes fue una carpintería cuya especialidad eran las cajas de muertos.Siguiendo por esta misma acera nos podíamos encontrar el “centro comercial” de Juan Pérez, tienda, ferretería, cafetería y bar. Éste tenía también un lugar de reunión donde se encontraban los más pudientes del pueblo. Un poco más abajo estaba situada la tienda de Jaime, que luego fue una barbería. Tiendas más modernas fueron las de Perquito Acosta, Antoñito el "Rabúo" en la Carretera General donde ahora está la relojería y los bares de Perico y el Ovejero. No hay que olvidar a las tiendas que estaban en la Montañeta y en la zona de Los Grupos y que me gustaría nombrar: la tienda de Carmita Déniz, Santiaguito (el del helado), Rosita, la tienda de Batista, Antoñita (ahora la tienda de Vicente), Sarito (frente al Adán del Castillo),Santiago Ramos, Nene, y las panaderías de Domingo, Periquito Benítez y Servando. No podemos olvidarnos de Manolo Cabrera, impulsor de los grandes comercios en la isla y que dió a conocer nuestro pueblo en toda la isla, sobre todo por la venta de televisores De Wald. Con el tiempo la principal zona comercial va creciendo en torno a la Carretera General, aprovechando la vía de comunicación con otros pueblos como Teror, Arucas o Tenoya pero que a su vez va a ser vía de paso, por la que muchos de los nuevos vecinos tienen que pasar hasta llegar a sus hogares en barrios como Piletas, Las Suertes, El Toscón, La Galera, etc. En la actualidad es la zona comercial por excelencia, aparte de las entidades bancarias, la forman pequeños comercios como farmacias, relojerías, tiendas de deportes, supermercados, bares, autoescuelas, estudios fotográficos, academias, boutiques, pescaderías, ópticas, agencias de viajes, etc., que cubren la demanda de la población de la zona.

sábado, 9 de mayo de 2009

Madres de antier


¡Qué trabajitos pasaban nuestras madres y abuelas!. La mujer era la protagonista de la vida social de los pueblos ya que el marido se pasaba todo el día trabajando, desde que amanecía hasta el anochecer. Luego en sus ratos libres se iban a los bares a “olvidar las penas” y a echar una mano con los amigos.
Eran dignas de hacerles un monumento. Se levantaban de madrugada para preparar la “talega” al marido, que salía a trabajar a las 6 de la mañana, y ya no se acostaban para ir haciendo las tareas de la casa y tener el desayuno y la ropa de los chiquillos para llevarlos a la escuela.
Cuando los niños estaban en la escuela las mujeres aprovechaban para ir a lavar al barranco, a las acequias o a la Paterna o Cuesta Blanca, donde hubiese agua ese día. Había algunas que aparte de las labores domésticas se dedicaban a hacer algunos “lavados” de las personas más pudientes de Tamaraceite y de Las Palmas. Eran las llamadas lavanderas, como Anita Quevedo, Conchita y otras muchas que burro en mano recorrían sus buenos kilómetros por 20 pesetas al mes y así ayudar a la economía doméstica. Las que no se dedicaban a esto también tenían que recorrer muchos kilómetros para hacer los lavados. Utilizaban jabón “lagarto” y “suasto” para blanquear. Muchas se metían dentro de la acequia o los estanques para que la ropa quedase más limpia, sobre todo si era ropa de hilo, pesada, o algodón. La ropa blanca, al terminar el lavado se metía en un cubo con añil para que quedara más blanquita.
Durante el lavado, entre conversación y conversación, entre discusión y discusión, que también las había, se echaban algo a la boca, algún higo pasado generalmente, porque la tarea duraba todo el día, que generalmente era los lunes, cuando solía correr el agua. La ropa venía casi seca, la ponían encima de las piedras o las pitas para que así no se ensuciara. La ropa blanca era la que tendían en casa ya que sólo la traían torcida.
Cuando llegaban de lavar había que meterse en la cocina. ¡Antes no había que pensar qué hacer de comer al siguiente día!. Los que no tenían cocinilla de hierro, ponían dos piedras y leña para hacer el fuego. Como leña iban a buscar a la Montaña de San Gregorio la “gamona” o utilizaban tuneras indias secas, “bostas”, tabaibas o serrín.
El potaje era la comida habitual, los plátanos verdes sancochados con aceite y vinagre, café y cebada. La carne era para los domingos y el que tenía gallinas a esperar que pusiera para ir a vender el huevo o cambiarlo por algo de sustento. La leche sí que no faltaba porque casi todo el mundo tenía una cabrita en su casa. De la cabra se aprovechaba todo, el “veletén” , el suero y el queso porque la mantequilla era para los más pudientes.
Un hecho que incluso yo recuerdo, es ir a los alpendres de don Sixto Henríquez a tomar leche y gofio, poniendo la “escudilla” debajo de la teta de la vaca.
Los potajes eran de judías o jaramagos y caldos de papas con cebolla que era el “conduto”. El aceite era a granel igual que el petróleo, como los granos que venían en sacos y se compraba ¼ Kg, ½ Kg, etc.
Pero nuestras abuelas y madres también tenían que ir a comprar. Algunas lo hacían a casa de Antoñita de la Cruz del Ovejero, Prudencito Medina, Pedro Acosta, Pepita Acosta, Juanito Granados, Mariquita Serapita, Antoñito, etc.
La contabilidad era otra de las tareas que tenía que llevar la mujer de esta época. Los “fiados” eran la manera peculiar de compra, no hacía falta tarjeta ni monedas. Se pagaba semanalmente o en las fechas de pago como era el 18 de julio o las pascuas. Cuando pagaban se le regalaba un caramelo de regaliz. Hay que tener en cuenta que muchas de nuestras madres y abuelas no sabían leer ni escribir, pero tenían una manera particular de llevar la contabilidad: la peseta era una cruz, la perra una raya y el duro un círculo. Y nadie les engañaba.
Otra de las maneras de compra era hacerlo a los vendedores ambulantes. Esta era una imagen típica de los pueblos de nuestra isla. En Tamaraceite eran muchos los que vendían, sobre todo pescado, como Juanito el árabe, Pinito, Juan Cantero y Andrecito.
Antes no se congelaban los alimentos, aunque no hacía falta ya que los alimentos no se guardaban sino que se compraba lo del día. Si se quería conservar de un día para otro lo ponían cerca de la pila del agua y allí se mantenía fresquito.
Ya por la tarde y después de recoger la cocina tocaba echarse un “buchito” de café, aunque éste no tenga nada que ver con el café de ahora ya que incluso había que tostarlo en casa, en los “molinillos” que todavía algunos conservan.
Otra de las labores de la casa era planchar. Primero había que dar fuego al brasero y poner los hierros a calentar. Este era un trabajo muy complicado. Las cosas se facilitaron mucho cuando llegaron las planchas de carbón. Después de planchar tocaba coser, hasta que se iba el sol porque después ya no se veía bien. Una de las tareas que se ha ido perdiendo es la de “zurcir”, se le ponía a los calcetines un huevo de madera para poder hacer bien el zurcido, aunque también éste también se le hacía al resto de la ropa. Las mujeres, casi todas, sabían coser y ellas mismas se hacían los trajes y los de sus hijos. Una tradición era estrenar para la fiesta de San Lorenzo. Para las que no sabían coser o no se les daba nada más que los remiendos, había costureras como Paquita Cabrera. Las que podían ahorrar un duro iban a Las Palmas a las tiendas de Rivero o Cardona y pagaban con un vale.
En lo que no se perdía mucho tiempo era en limpiar el baño, porque no lo había. No existía ni el papel higiénico y se utilizaba una piedra o papel del vaso, con el que nos envolvían el grano en la tienda. Para limpiar los exteriores de la casa, para evitar las pulgas y los carrancios, se utilizaba el “zotal”. Para los interiores, ya que los pisos eran de cemento, se utilizaba petróleo para que se quedaran brillantes.
En otro orden de cosas, si alguien se ponía malo iba a la farmacia de Don Paco Arencibia o a la de Don Vicente Artiles, más tarde. Si la cosa iba a más se iba al médico o al practicante que te ponía una inyección utilizando la misma jeringuilla que antes había utilizado con otro paciente que no sabía si tenía gripe, tifus o hepatitis. Pero también había remedios caseros como la leche caliente de mujer parida, el agua del “rolo” o del millo o aceite caliente para el dolor de oídos. Para el dolor de “barriga” se calentaba aceite y se ponía en un papel vaso sobre el lugar donde dolía. Para la fiebre se abrigaba y era típico coger un “sudor” para bajar la temperatura.
A la hora de dar a luz, los partos eran en las casas. Muchos de los niños que ahora tienen 40, 50 ó 60 años nacieron con Mariquita García, Encarnacionita López o Cesarita Afonso, las parteras del pueblo, a las que venían a buscar desde otros pueblos para que asistieran a las parturientas. Las mujeres no querían ir a la clínica porque asociaban el ir a la clínica con morirse, ya que allí iban los partos difíciles y que las parteras no podían asistir a pesar de su experiencia
Otra de las labores de las madres y de las hijas, que las mandaban, era ir a buscar agua al pilar, para bañarse, para la comida o para regar las flores, ya que hasta bien entrados los años 60 fue cuando se empezó a instalar el agua corriente en las casas. Una de las primeras personas que tuvo el agua corriente en la Montañeta fue Pedro Benítez.
Los tamaraceiteros y tamaraceiteras se bañaban con palanganas y el agua se calentaba primero y luego se mezclaba. El baño, no como ahora, era todas las semanas y si las mujeres tenían el periodo, el agua no se podía ni tocar porque se volvían “locas”.
Las mujeres más jóvenes, cuando acababan la tarea y ya entrada la noche, a la luz de un candil de carburo y alguna que otra vela, mientras los hombres estaban echando una partidita, se iban a casa de las amigas a hablar de novios o a escuchar en la radio las novelas de “radio Andorra” que era la única que se oía por los años 60.
Hay que destacar que muchas de las radios a válvulas y alimentadas con batería las montaba Macriver en cajas de madera que servían de transporte para botellas de bebida, cuando tenía un pequeño taller en la carretera general, antes de trasladarse a La Cruz del Ovejero, lo que luego sería un gran centro comercial para la época. También Manolo Cabrera fue uno de los primeros que trajo la televisión a Canarias. La marca DeWald fue una de las más conocidas.
Ya llegada la noche, nunca después de las 9, se iban a casa a dormir, compartiendo la cama con los hermanos ya que las casas no eran como las de ahora en que cada uno tiene su cuarto, pero con mucha, mucha alegría porque como dice el dicho, no es más feliz el que más tiene sino el que menos conoce.

viernes, 1 de mayo de 2009

El Día de la Cruz

La víspera del 3 de Mayo, Día de la Cruz, era tradición popular engalanar con flores las cruces de la isla, y aunque es una costumbre perdida, todavía se conserva en muchas localidades de Gran Canaria. También era costumbre realizar una cruz y ponerla en la entrada de la vivienda y junto a ella un vaso de agua. Los sacerdotes pasaban con los monaguillos por la mañana temprano rociando con agua bendita las fachadas de las casas en las que colgaba la cruz. Una tradición que se ha perdido pero que podemos ir recuperando poco a poco. ¿Por qué no nos animamos a poner una cruz en nuestra fachada?