Las fiestas de San Antonio Abad de Tamaraceite no tienen nada que ver con las de antes, ni mejor ni peor, distintas. Una cosa que las diferencia es la participación. Antiguamente, los medios de comunicación con otros lugares de la isla eran escasos, la gente no tenía coche, no había centros comerciales ni de ocio, ni televisión y pocos aparatos de radio. Por ello todos se volcaban con las fiestas, las vivían y las sentían suyas. Había actos que eran multitudinarios como las carreras de bicicletas en la Carretera General, los papagüevos, los bailes en el Cine, en la Sociedad de Recreo o en La Plaza y cómo no, las recordadas carreras de caracoles en el Cine. Asimismo se representaban obras teatrales cuyos actores eran naturales de Tamaraceite, aunque siempre había alguno de barrios cercanos.
Nunca faltaba en nuestras fiestas la elección de la Reina, a la que se presentaban las mozas más guapas de nuestro pueblo y era un acto que quedaba muy lejos de ser discriminatorio para la mujer, al contrario, porque ellas, que no tenían un papel muy relevante en la sociedad de aquellos años, se sentían reinas por unos cuantos días y eran admiradas y ovacionadas por todos, hombres y mujeres, grandes y chicos.
Las misas nocturnas en la ermita de La Mayordomía las tengo aún en la retina, cuando en ésta los asientos eran de troncos de palmeras. La gente iba alumbrándose con pequeñas linternas para no caerse y ser vistos por los coches que pasaban por allí. También en la ermita se realizaba la bendición de los animales. En esto también hemos cambiado porque antes la gente traía sus cabritas, sus ovejas, sus gallinas y ahora lo que predominan son las serpientes, los perros de raza y algún pájaro de colorines.
Las funciones religiosas eran multitudinarias y solemnes y el traje y corbata en los hombres no podía faltar, aunque en la iglesia estuvieran detrás de pie.
Los bailes al son de La Tropical o Los Covina eran seguidos no solo por nuestros vecinos sino que venía gente de afuera por su fama y en los descansos se llenaban los bares de la Carretera. En las Fiestas de San Antonio Abad lo que no faltaba nunca eran los bizcochos de Doña María Villegas, su fama era tal que se vendían todo el año y la gente hacía parar el coche de hora para comprarlos.
Ahora hay actos entrañables y novedosos como exhibición de perros y de coches, castillos hinchables, etc., pero como mis fiestas de antes...
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