martes, 3 de febrero de 2009

Las lavanderas de Tamaraceite


¡Fuerte trabajito que pasaban nuestras abuelas en los tiempos de antes! Dedicadas en cuerpo y alma a su casa tenían que buscar el tiempo para sacar algunas perrillas limpiando en alguna casa, cosiendo o lavando. Hoy les voy a hablar de las lavanderas. Cuando los niños estaban en la escuela las mujeres aprovechaban para ir a lavar al barranco, a las acequias o a la Paterna o Cuesta Blanca, donde hubiese agua ese día. Había algunas que aparte de las labores domésticas se dedicaban a hacer algunos “lavados” de las personas más pudientes de Tamaraceite y de Las Palmas. Eran las llamadas lavanderas, como Anita Quevedo, Conchita y otras muchas que burro en mano recorrían sus buenos kilómetros por 20 pesetas al mes y así ayudar a la economía doméstica. Las que no se dedicaban a esto también tenían que recorrer muchos kilómetros para hacer los lavados. Utilizaban jabón “lagarto” y “suasto” para blanquear. Muchas se metían dentro de la acequia o los estanques para que la ropa quedase más limpia, sobre todo si era ropa de hilo, pesada, o algodón. La ropa blanca, al terminar el lavado se metía en un cubo con añil para que quedara más blanquita.
Durante el lavado, entre conversación y conversación, entre discusión y discusión, que también las había, se echaban algo a la boca, algún higo pasado generalmente, porque la tarea duraba todo el día, que generalmente era los lunes, cuando solía correr el agua. La ropa venía casi seca, la ponían encima de las piedras o las pitas para que así no se ensuciara. La ropa blanca era la que tendían en casa ya que sólo la traían torcida.
Cuando llegaban de lavar había que meterse en la cocina. ¡Antes no había que pensar qué hacer de comer al siguiente día!. Los que no tenían cocinilla de hierro, ponían dos piedras y leña para hacer el fuego. Como leña iban a buscar a la Montaña de San Gregorio la “gamona” o utilizaban tuneras indias secas, “bostas”, tabaibas o serrín.
Fotografía: FEDAC

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