lunes, 16 de febrero de 2009

Los carnavales de antes en Tamaraceite


En los años 40, 50 y 60 del siglo pasado, cuando no se nadaba en la abundancia ni mucho menos, la gente aprovechaba los mínimos recursos para pasarlo lo mejor posible. Algunas personas del pueblo nos contaron cómo vivían las fiestas de carnaval para que las nuevas generaciones sepamos valorar que lo que importa no es lo mucho que tengamos, sino el amor y la ilusión que se le ponga.En carnaval, nos cuentan, se vestían con trajes viejos y recorrían las calles de La Montañeta pidiendo “un huevito” y una tortilla de carnaval. Cuando pedían “un huevito” le respondían: “espera que voy a buscar los del perrito” o también gritaban: “el guardia, el guardia” para que los chiquillos corrieran.Pero ¿qué era el Carnaval?. Para estas generaciones la “mascarada” era poder decir con la cara tapada lo que no podías decir ni hacer con la cara descubierta, por la represión que había en la época franquista.“Chona la negra”, trabajaba en Las Palmas y traía ropas a la cueva donde vivía para que los chiquillos se disfrazaran.“Francisquito el ratón” se ponía su careta de perro y corría detrás de los chiquillos asustándolos. Anita Peñate vendía “fotingos”, se ponía una “vasinilla” en la cabeza y los chiquillos corrían detrás de ella. Lola Tejera, hermana de Inés Tejera, se ponía una careta y con un pandero recorría La Montañeta mientras que los chiquillos iban detrás.El punto de encuentro del carnaval de aquellos años era cerca de la casa de Prudencio Medina porque ahí había un bombillo, sólo había dos en toda la zona. La luz era la que marcaba el punto de encuentro porque se aprovechaba para los bailes. Los “tocadores” se ponían sobre el pilar: los guitarristas eran Santiaguito “el mermellado”, Periquito Gómez, los dos filateros, Manolo y Agustín y Chanito “el cojo” entre otros.El bombillo se colocaba en el centro, con una farolita y un plato encima, colgado de una azotea a otra.Cuando salían correr el carnaval, siempre se iba con el miedo en el cuerpo por si aparecían los guardias. Apenas se oía un coche todo el mundo desaparecía hasta que pasara. Los guardias, Juan Vargas y Juanito el de san Lorenzo, se paseaban ropa en mano por el callejón y si veían a alguna mascarita las podían llevar al cuartelillo. Había otros guardias como Antonio el de El Zardo que hacían la vista gorda. Lo que sí que no permitía ninguno era ver mascaritas por la carreteraPero no sólo eran prohibidos los carnavales por los dirigentes políticos sino también por los dirigentes religiosos, como el obispo Pildain y los curas que se encargaban en las homilías de recordar lo pecaminoso de estas fiestas.Sobre los años 65 al 70 comienza a quedarse la sábana atrás y la gente empieza a hacerse mejores trajes y el carnaval se traslada al cine Galdós, donde ya empieza a venir gente de Las Palmas, La Isleta, etc.José Velez, cuando era niño cantaba en una orquesta de Telde y venía a cantar a Tamaraceite en estas fechas. Por aquella época se le llamaba “Joselillo Velázquez”.Cuando acababa el baile en el cine a las 2 ó 3 de la mañana, los que tenían coche se iban a Cardones o Agüimes.

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