Hacia finales de la década de 1720 y principios de la siguiente grupos de isleños poblaron y colonizaron diversos puntos de Tejas, en donde fundaron ciudades como San Fernando, Galveston, Valenzuela y San Antonio. A partir de 1740 y por una década se programó el trasvase de quinientas familias canarias hacia Florida, a razón de no más de cincuenta familias por año. Se trataba de familias campesinas, conocedoras de las labores agrícolas a las que se proporcionaban semillas para una o dos cosechas, animales, tierras y franquicias para la exportación de productos agrarios a los puertos del norte y el sur de la América española. Se alentaba así la emigración a unas tierras sobre las que, además, se informaba de su gran fertilidad.
Fue en 1736 cuando se aplicó la primera dula para la distribución de las aguas del río San Antonio. En el desarrollo de aquella normativa en el sistema de irrigación jugaron un papel especial el colono Antonio Rodríguez y el gobernador Carlos Benítez. Antonio Rodríguez, uno de los fundadores de San Antonio, era natural de Tamaraceite (Gran Canaria), donde muy joven había trabajado con su padre en las actividades de riego y de reparación de acequias. Antonio Rodríguez tenía 18 años cuando llegó a San Antonio. Fue nombrado mayordomo de la nueva villa. Este cargo le responsabilizaba de la administración de los fondos públicos y de la supervisión de las obras públicas, materia en donde pudo aplicar los conocimientos que sobre los sistemas de irrigación llevaba desde su isla natal. Por otro lado Carlos Benítez Franquis de Lugo, natural de la Orotava (Tenerife), fue gobernador de Tejas en 1736 - 37 y en tal desempeño decidió la puesta en práctica de la primera dula para la distribución de las aguas del río. El hecho de que la correspondencia de una dula con un día de agua en San Antonio sea semejante a la costumbre de Tenerife permite pensar en la participación de este gobernador canario en la institucionalización de la distribución de las aguas durante los primeros años de la colonización. Así había comenzado un singular capítulo de la presencia de los isleños en lo que hoy es el sur de los Estados Unidos. Sus costumbres y, en este caso, su aportación en los procedimientos de irrigación de aquellas tierras, significaron una contribución cultural para la sociedad colonial de San Antonio e incluso para la ciudad de San Antonio de Tejas de nuestros días, en donde viven importantes grupos de descendientes de canarios con sus raíces bien definidas.
Fuente: Revista Aguayro
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