Javier Durán LPDLP
Agustín Angulo Sánchez. LP / DLP
Bajo una lluvia fina y en la misma tierra que le vio nacer, fallecía la madrugada del Día de Reyes nuestro tío Agustín Angulo Sánchez, el último eslabón que unía a la familia con un pasado agrícola que se diluye y que queremos asir entre olores, rostros y voces que nos acunan. Agricultor desde tiempos inmemoriales -no le recuerdo en otra dedicación- , abandonó la vida abrigado por el territorio donde ejerció hasta bien entrados los ochenta años como sabio en semillas, abonos, aguas, tuberías, pozos, plataneras, podas, aljibes, linderos, fincas, cacería, ganados, gallanías...
Cerró los ojos en Jacomar, el lugar que fundaron su abuela Juana Betancor Hernández - hermana de Diego Betancor Hernández, creador del emporio agrícola 'los betancores'- y su abuelo Santiago Sánchez Rodríguez, donde allanaron terrenos, levantaron paredes de piedra seca y construyeron su casa para ganarse el pan de cada día.
En el momento de darle este humilde adiós trato de secuestrar su sabiduría y subirme en sus remotos recuerdos: el vergel de Casa Ayala, la finca de su otro abuelo, Agustín Angulo Alemán, otro agricultor a la vieja usanza, que abrió en 1929 un almacén de empaquetado de fruta en la Carretera General de Tamaraceite, todavía en pie. Tío Agustín bebió de las fuentes de sus ascendientes. Junto a su madre, Ascensión Sánchez Betancor, y su tía Pino, tití, cultivó Jacomar, gestionó sus plataneras y mantuvo en el tiempo como una roca dura, resistente, el maravilloso arcano de un mundo lleno de sensaciones. Lo veo con sus botas hasta las rodillas, alto y fuerte, mirando cómo nos bañábamos en los riegos llenos de agua bajo un sol incandescente. Para mis hermanos, para mis primos, para todos, él era una parte del paraíso de nuestra infancia, el sitio al que siempre volvíamos tras una semana de colegio. Y allí, con abuelo, abuela y tití siempre nos esperaba para mostrarnos los secretos del campo, desde cómo coger el hurón para que no te mordiese a cómo ordeñar una cabra. Ha muerto un hombre cuya larga vida tuvo siempre la misma frontera: las tierras de su familia. Gracias tío Agustín por enseñarnos a ser mejores personas.
Agustín Angulo Sánchez. LP / DLP
Bajo una lluvia fina y en la misma tierra que le vio nacer, fallecía la madrugada del Día de Reyes nuestro tío Agustín Angulo Sánchez, el último eslabón que unía a la familia con un pasado agrícola que se diluye y que queremos asir entre olores, rostros y voces que nos acunan. Agricultor desde tiempos inmemoriales -no le recuerdo en otra dedicación- , abandonó la vida abrigado por el territorio donde ejerció hasta bien entrados los ochenta años como sabio en semillas, abonos, aguas, tuberías, pozos, plataneras, podas, aljibes, linderos, fincas, cacería, ganados, gallanías...
Cerró los ojos en Jacomar, el lugar que fundaron su abuela Juana Betancor Hernández - hermana de Diego Betancor Hernández, creador del emporio agrícola 'los betancores'- y su abuelo Santiago Sánchez Rodríguez, donde allanaron terrenos, levantaron paredes de piedra seca y construyeron su casa para ganarse el pan de cada día.
En el momento de darle este humilde adiós trato de secuestrar su sabiduría y subirme en sus remotos recuerdos: el vergel de Casa Ayala, la finca de su otro abuelo, Agustín Angulo Alemán, otro agricultor a la vieja usanza, que abrió en 1929 un almacén de empaquetado de fruta en la Carretera General de Tamaraceite, todavía en pie. Tío Agustín bebió de las fuentes de sus ascendientes. Junto a su madre, Ascensión Sánchez Betancor, y su tía Pino, tití, cultivó Jacomar, gestionó sus plataneras y mantuvo en el tiempo como una roca dura, resistente, el maravilloso arcano de un mundo lleno de sensaciones. Lo veo con sus botas hasta las rodillas, alto y fuerte, mirando cómo nos bañábamos en los riegos llenos de agua bajo un sol incandescente. Para mis hermanos, para mis primos, para todos, él era una parte del paraíso de nuestra infancia, el sitio al que siempre volvíamos tras una semana de colegio. Y allí, con abuelo, abuela y tití siempre nos esperaba para mostrarnos los secretos del campo, desde cómo coger el hurón para que no te mordiese a cómo ordeñar una cabra. Ha muerto un hombre cuya larga vida tuvo siempre la misma frontera: las tierras de su familia. Gracias tío Agustín por enseñarnos a ser mejores personas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario