Por Esteban G. Santana Cabrera |
Los "nombretes", también conocidos como apodos o dichetes, son una manifestación popular de la cultura oral que ha perdurado a lo largo del tiempo, especialmente en los barrios, donde las relaciones interpersonales son más cercanas y familiares. Estas denominaciones, que en muchos casos tienen un tinte humorístico o cariñoso, son un reflejo del carácter y la identidad de las personas, y suelen estar asociadas a una característica física, a un rasgo de la personalidad o alguna anécdota particular que marcó la vida del individuo. En el caso de mi barrio, Tamaraceite, en Las Palmas de Gran Canaria, estos "nombretes" han formado parte del imaginario colectivo y se han transmitido de generación en generación, creando un vínculo único entre los vecinos y su historia.
Los "nombretes" son mucho más que simples apodos; son expresiones de identidad social que permiten mantener viva una tradición de comunicación popular y de memoria colectiva. En los barrios más tradicionales, como lo ha sido Tamaraceite, estas denominaciones suelen ser conocidas por todos, y a menudo, el verdadero nombre de la persona queda relegado a un segundo plano frente al "nombrete" que lo ha definido ante sus vecinos y amigos. De hecho, es común que alguien se refiera a una persona más por su apodo que por su nombre oficial, lo que demuestra el arraigo del mismo. Por ejemplo a Rafael 'el Alpupú' o Manuel 'el Cazuela' nadie los conocía por su apellido y su “nombrete” era su sello de identidad. Los mayores, hablando del fútbol de antes me nombraban a jugadores y entrenadores por su “nombrete” como José “el Cabuco”, quien participó en un campeonato en el que quedaron campeones en el Campo España, Lorenzo García “el Blanco”, que jugó en el Porteño, Antonio “el Morris”, en el Marino, el padre de Rafael “el pintor” que fue portero del Victoria.
Cuando en el año 2001 publiqué "Tamaraceite. Recordar es volver a vivir", se me ocurrió incluir un
José Cabuco (a la izquierda) descubridor de Juanito Guedes) |
capítulo sobre los “nombretes” de las familias de Tamaraceite. Les confieso que fue uno de los capítulos que la gente miraba con más interés por ver si el “apodo” de su familia se había recogido. Recuerdo una familia, “los Ministros” que se me olvidó incluirlos, y la hija me lo dijo muy apenada. Como en cualquier pueblo, los nombretes, apodos o dichetes es la manera más fácil para ubicar a una persona determinada. En este sentido, es interesante observar cómo incluso personas respetadas y admiradas en la comunidad pueden tener un apodo que, aunque en un primer momento podría parecer irrespetuoso, en realidad resalta aspectos humanos que los acercan aún más a sus vecinos.
En mi época de estudiante era habitual ponerle un nombrete al profesor. En mi colegio teníamos un profesor de inglés que fue bautizado por sus primeros alumnos como “El Cabo”, conocido en sus inicios por su sistema de dar clases más parecido a un cuartel militar que a un colegio de EGB. Los chiquillos no nos atrevíamos a decírselo a él pero si a su nombre no le poníamos “El Cabo”, no lo conocía nadie. Este profesor fue uno de tantos que tanto en el colegio como en el instituto “bautizaban” sus alumnos. Otros nombretes de “ilustres” y recordados maestros son “La Patineta”, “el Fósforo” o “la Bombona”. Los que me lean y hayan estudiado en el Adán del Castillo o en el Cairasco de Figueroa les vendrán a la mente enseguida. En nuestro lenguaje coloquial era más cercano y accesible a través de ese apelativo popular que si se refirieran a él o ella simplemente por su nombre.
Los "nombretes" forman parte de la identidad de muchos barrios y pueblos en Canarias y en otras
Agustín "Murillo" genio y figura |
partes del mundo. Sin embargo, en un contexto tan particular como el de este barrio, donde las tradiciones rurales y la modernidad han convivido durante décadas, los apodos han jugado un papel clave en la forma en que los vecinos se relacionan entre sí y cómo preservan su historia. En una época en la que el anonimato en las grandes ciudades es cada vez más común, los "nombretes" representan un lazo con el pasado, una manera de recordar que las personas están definidas tanto por su carácter individual como por el entorno social en el que se desarrollan.
Tamaraceite como otros muchos lugares es cuna de apodos muy singulares, unos tienen un significado que marcará a la familia durante generaciones, otros son simples “dichetes” que en la infancia servían para molestar a los amigos o amigas de juego y que llegaron a sustituir incluso al nombre de pila.
Quién no conoce a Agustín “Murillo” o a Antonio “el Padrino”. Pero estos “nombretes”, que tienen una historia detrás, son cariñosos, en el que ni el mismo que lo lleva se enfada, sino que se muestra orgulloso del sobrenombre. Hay otros que son más “duros”, cuya familia trata de esconder y que pasará de padres a hijos sin “piedad” del resto de vecinos. Pero estos son los menos y se los aseguro.
Manuel "Cazuela" el alma de las fiestas |
“Caracol”, “Paloma”, “Palomo”, “Kíkera”, “Ciervo”, Mosquito”, “Caballo”, “Cochino”, “Cucaracho”, “Ratón”,.... Otros están relacionados con profesiones como “Chófar”, “Carniceros”, “Pastor”, “Cantero”, “Camellero”, “Pescaora”, “Filateros”,... Los hay de “gentilicios” como “Moro”, “Chino”, “Indiano”, “Canario”, “Blanco”, “Rubio”, “Negro”, “Árabe”, “Japonés”, etc. También los encontramos de defectos, estos sí que son tema de “ofensa” como “Jedionda”, “Rebencúa”, “Mierdero”, “Gordo”, “Remendao”... Y también relacionados con la cocina podemos encontrar algunos como “Botija”, “Cocinillas”, “Carajacas”, “Chorro”, “Huevo”, “Batata”, “Cazuela”, “Níspero”, “Papafrita”, “Papita”, “Medio queque”, “Croqueta” y “Bandeja”,...
Hay muchísimos más, pero para no cansarles, si damos un salto en el tiempo, nos podemos encontrar nombretes más modernos como “Moroño”, “Chincha”, “Cachimba”, “Patapalo”, “Mandarria”, “Paleto”, “Marciano”, “Pigmeo”, “Enano”, “Cojo”, “Pirulo”, “Piojo”, “Cabo”, “Drácula”, “Pavo”, “Pelao”, “Tripa”, “Capitán”, “Pirata”, “Peluca”, “Morete”, etc. y que son claro ejemplo del cambio generacional de nuestra gente.
Los "nombretes" en barrios como Tamaraceite son símbolos profundamente arraigados en la vida cotidiana y la memoria colectiva. Estos apelativos reflejan la historia, las características y las relaciones de las personas dentro de nuestros barrios, creando un tejido social que conecta a los vecinos más allá de lo superficial. En lugares donde las relaciones humanas son cercanas y las historias compartidas, los "nombretes" se convierten en una forma de conservar la identidad y mantener viva la tradición.
Antonio "El padrino" siempre recordado en Tamaraceite |
bisabuelos o quién sabe hasta dónde se remonta el origen de cada uno de ellos. Quizá dentro de unos años los “nombretes” sean otros más modernos o desaparezcan, pero no hay que dejar de reconocer, como decía en el 2001, que más bonitos, variados y pintorescos va a ser difícil que los encontremos. Espero que este artículo les haya removido historias y personajes, que igual ya estaban dormidos en el recuerdo, o quizá no.
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