LPDLP. A partir de ahora el pueblo de Tamaraceite tendrá en su callejero a uno de sus vecinos más queridos, el médico Don Aurelio Gutiérrez Brito. Una de esas calles, donde vivía y tenía su despacho, por las que él paseaba, se encontraba con sus pacientes y en donde en muchas ocasiones se entablaban relaciones más allá de las del médico-paciente, llevará su nombre para siempre. Personalmente estoy muy orgulloso, no solo porque conocí personalmente a Don Aurelio, fue el médico de mi familia, era mi vecino, él en el 166 de la Carretera General y nosotros en el 170, además nos une una buena amistad con algunos de sus hijos, sino que encima fue un modelo para nosotros por su capacidad de trabajo, su sencillez, cercanía y naturalidad. Muchas conversaciones tuve con él sobre Tamaraceite, sobre su profesión y en los últimos años sobre su deseo de escribir un libro sobre su vida. Pero recuerdo especialmente las conversaciones con mi madre después de haberse quedado viuda con cuatro hijos pequeños y donde Don Aurelio siempre estuvo cercano, como médico y como vecino.
Para los que no lo conocieron tan en profundidad, o no pasaron más allá de la relación médico-paciente, me gustaría contarles que aunque no nació en Tamaraceite, lo hizo en la calle Luis Morote de Las Palmas de Gran Canaria, pasó más tiempo de su vida entre nuestras calles y en su vivienda de la Carretera General. Don Aurelio creció en el seno de una familia trabajadora de cuatro hermanos. La muerte de una de sus hermanas y de su madre le hizo madurar muy rápido en una época en la que la Guerra Civil le tocó de lleno, con apenas ocho años. Comenzó sus estudios en el colegio Don Justo, situado en la calle Doctor Miguel Rosas, y tenía claro que su verdadera vocación era la Medicina, pero se enfrentaba al problema de los escasos recursos familiares con los que contaba. Cuando decidió comunicar su interés por estudiar Medicina se encontró con dos reacciones diferentes en su entorno; una, la de las amistades que le decían que si estaba loco y, otro muy diferente, la de su propia familia, que al final buscó los recursos para que fuera a estudiar a Cádiz, facultad más cercana de Canarias por aquellos años.
En 1.950 comenzó sus estudios de Medicina y fue allí donde conoció a Doña Carmen García Díaz, una joven gaditana con quien terminó contrayendo matrimonio en 1961 tras siete años de noviazgo. Recordaba la ilusión con la que, al recibir su pequeño salario mensual, invitaba a su novia a tomar una cerveza y unas bolas de dulce de coco en la calle Ancha. Los tres primeros años de la carrera de Medicina transcurrieron en Cádiz envueltos de circunstancias difíciles, especialmente por la muerte de su padre, contando por aquel entonces con 24 años de edad. En cuarto año de carrera se traslada a Madrid, donde fue becado. El 4 de noviembre de 1956, tras obtener la licenciatura en Medicina por la Universidad Complutense, comenzó la especialidad de Pediatría a las órdenes del experimentado doctor Jaso. Mediante un concurso de méritos ingresó en la Escuela Nacional de Puericultura, donde obtuvo el título de Especialista en Puericultura en 1958.
El 1 de julio de 1954 se incorporó al Colegio Oficial de Médicos de Las Palmas de GC, donde figuraba inscrito con el Nº de Colegiado 490, constituyéndose como socio fundador de la Sociedad Canaria de Pediatría, aunando fuerza con otros compañeros con el propósito de mejorar la asistencia pediátrica en las islas.
Su trayectoria profesional en la isla de Gran Canaria comenzó en el ambulatorio de Agüimes, donde ejerció como Pediatra durante tres meses hasta tener el conocimiento de que quedaba vacante un plaza de pediatra en Tamaraceite. Concursó por ella y terminó obteniéndola. Don Aurelio se encontraba en un pueblo rural cuya economía dependía del cultivo de la platanera; nada que ver con el Tamaraceite de hoy en día. En el Tamaraceite de aquélla época las deficiencias sanitarias eran muy acusadas, teniendo que cubrirlas en su totalidad Don Aurelio. Éste, se encontraba en un pueblo con una elevada tasa de mortalidad infantil, sin servicio de urgencias ni dispensario para la seguridad social. Fijó su residencia en el mismo pueblo para poder atender mejor su trabajo, siendo rara la madrugada en la que no le despertaban por alguna de estas urgencias, teniendo muchas noches que desplazarse a distintos barrios de Tamaraceite para atender todas las incidencias que tuvieran lugar. Don Aurelio habló con el farmacéutico del pueblo, Don Vicente Artiles para que cediera a la seguridad social los sótanos de la farmacia y poder abrir consulta para la población más desfavorecida, cosa a la que Don Vicente accedió muy gustosamente. De esta manera abrió el primer ambulatorio de Tamaraceite.
En su trayectoria profesional en Tamaraceite fue felicitado por las autoridades sanitarias de la época, concretamente por el inspector Miranda Junco, pues, gracias a su labor, sobre todo con el fomento de las vacunaciones, disminuyó enormemente la mortalidad infantil, labor que también reconoció el párroco Don Ignacio Domínguez, quien en multitud de ocasiones manifestó cómo habían disminuido los funerales infantiles desde que Don Aurelio ejercía la Medicina en la zona. Las enfermeras ayudantes como Antonio Domínguez, Rosita o Mercy fueron piezas imprescindibles en su labor como médico, así como la buena relación con Don José García, el otro médico del pueblo y con los practicantes Don Santiago, Alfredo y José Ramón.
Su actividad en Tamaraceite no sólo se suscribió al mundo de la Medicina, sino que participó en múltiples actividades sociales. Destacó su labor en la difusión del fútbol, concretamente, en la Unión Deportiva de Tamaraceite, actividad por la que el querido alcalde Don Juan Rodríguez Doreste le premió en un homenaje donde le reconoció también su labor en la difusión del deporte y en la lucha contra la droga. También reseñar su labor en el mundo de la educación; especialmente, en el instituto Cairasco de Figueroa, donde junto con otros padres constituyó la Asociación de Padres de Alumnos de dicho instituto y durante muchos años desempeñó una gran labor como presidente del APA, entablando una gran amistad con el entonces director del centro Don Julián Arroyo.
En Tamaraceite formó su familia con su esposa Doña Carmen García Díaz, matrimonio que le dio seis hijos: cuatro varones y dos chicas; a los que les facilitó estudios y formación universitaria y les transmitió importantes valores basados en la unión familiar, el esfuerzo y la superación. Un duro golpe, quizás el más duro de su vida, fue el fallecimiento de su hija mayor, Inma en un accidente de tráfico, a los 16 años de edad. El amor y la pasión por su trabajo, hizo que prolongara su vida laboral hasta los 70 años, edad a la que finalmente se jubiló. Tras su jubilación fue nombrado en Comisión Permanente de la Junta Directiva del Colegio Oficial de Médicos de Las Palmas, Colegiado Honorífico de la institución. Don Aurelio recibe de Tamaraceite el premio más importante, que es el cariño de sus vecinos y de su pueblo de adopción, ya que para siempre estará presente en su callejero para que no sea olvidado por las generaciones futuras.
Por Esteban Santana
1 comentario:
Yo personalmente le considere como un padre yo entre a trabajar con el cuando los hijo mayores eran pequeño ima aureluo mamen y Joaquín conocí bien su vida familiar gran persona y doña carmen igual gran señora allí crecí me hise mujer y siempre fui unas de su familia
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