Les dejo con un estracto del libro "El primer vuelo en Canarias" escrito por Manuel Ramírez Muñoz donde recoge la expectación que suscitó el primer vuelo de la aviación española en Canarias y donde Tamaraceite toma un protagonismo especial ya que el área que se acondicionó para tal fin estaba dentro de los límites del Ayuntamiento de San Lorenzo siendo su alcalde Don José Rivero Viera.
Creo que el autor comete dos errores que no emborronan este fantástico trabajo y son: por un lado que no nombra al Ayuntamiento de San Lorenzo en ningún momento y segundo que habla de Las Palmas de GC cuando el término de Gran Canaria lo toma el municipio capitalino tras la anexión en 1939.
Les invito de todos modos a que retornen a 1913 y echen a volar su imaginación recordando e imaginando el Tamaraceite que vivieron nuestros antepasados hace apenas 100 años.
Creo que el autor comete dos errores que no emborronan este fantástico trabajo y son: por un lado que no nombra al Ayuntamiento de San Lorenzo en ningún momento y segundo que habla de Las Palmas de GC cuando el término de Gran Canaria lo toma el municipio capitalino tras la anexión en 1939.
Les invito de todos modos a que retornen a 1913 y echen a volar su imaginación recordando e imaginando el Tamaraceite que vivieron nuestros antepasados hace apenas 100 años.
Leonce Garnier nació en París en 1888. Apasionado de la aviación construyó él mismo un aeroplano.
con elementos propios, en el garaje que su padre poseía
en San Sebastián, terminándolo en 1910. Efectuó sus
primeros vuelos en Pamplona, sufriendo en uno de ellos
un grave accidente que casi le cuesta la vida. Al romperse su aparato se entrevistó con Bleriot, que estaba
volando en Barcelona, comprándole su aeroplano un
Bieriot XI. En el Aeroclub de Francia obtuvo el título de
piloto en diciembre de 1910, lo que le permitió fundar en
Vitoria, con dos aparatos más del mismo tipo, la primera
Escuela de Pilotos de España que al no dar los resulta
dos que esperaba, tuvo que dedicarse a exhibiciones
aéreas por diversas ciudades españolas. En el timón de
dirección del Bieriot XI que trajo a Canarias podía leer
se: «Garnier. Escuela de Pilotos de Vitoria».
El piloto francoespañol, con una experiencia de
95 vuelos por 28 ciudades españolas, suscitó en Las Palmas de Gran Canaria una expectación inusitada en
la primavera de 1913, al anunciarse que habría festival
aéreo como punto principal de las fiestas de San Pedro
Mártir, gracias a las gestiones de una comisión encabezada por dos apasionados admiradores de este nuevo
ingenio mecánico: el profesor de gimnasia Jaime
Campany y el redactor de La Provincia Domingo Navarro Navarro.
En principio se eligió como campo de vuelo un terreno
situado en la proyectada Barriada Carló, en Las Rehoyas, que al no reunir las
condiciones necesarias para llevar a cabo despegues y aterrizajes, hubo de trasladarse a una explanada existente entre la carretera de Tamaraceite y la playa
de Guanarteme, junto a una finca del Sr. Antúnez, lugar flanqueado
posteriormente por el torreón de la CICER, las fábricas de salazones de El
Rincón y el Colegio Nacional Fernando Guanarteme.
Los vuelos no pudieron
comenzar el 29 de abril, como estaba previsto, debido a problemas en el arreglo
del campo, realizándose al día siguiente cuatro salidas:
la primera, de pruebas, alrededor del campo, y las tres siguientes llevando a
bordo en cada uno como pasajeros a Jaime Campany -primer canario que logró
surcar el cielo a 100 metros de altura-, a Julio Rodríguez, y al Gobernador
Militar de la Plaza, Juan Sierra.
Garnier sobrevoló Las Canteras, El Confital,
La Isleta y Tamaraceite, mientras las gentes que se agolpaban hasta en las
montañas de los alrededores, gritaban y aplaudían en cada despegue y cada
aterrizaje, bautizando al piloto como «rey de los aviadores» y «emperador de
los aviadores».
Respecto a este primer día de espectáculo, dice con cierta
socarronería El Tribuno, que las autoridades debían imaginarse que allí iba a
pasar algo gordo por el despliegue extraordinario de fuerzas que se llevó a
cabo. Treinta guardias municipales, numerosos guardias civiles al mando de
tres oficiales, fuerzas de seguridad y, por si esto fuera poco, aun había
varios agentes de vigilancia, pero «afortunadamente no hubo gritos subversivos, ni se provocó ningún motín, ni se hizo la tan temida revolución social». Entre seis y ocho mil personas admiraron al día siguiente, 1° de mayo, los
dos vuelos que realizó Garnier superando a los anteriores, pues «fueron
emocionantes y llenos de la sublimidad grandiosa inherente al espectáculo. El
segundo vuelo, sobre todo, en el cual el aviador demostró su pericia
insuperable, fue ovacionadísimo. El éxito de los dos primeros días llevó al
piloto a realizar vuelos de mayor envergadura, despegando el 4 de mayo rumbo a
Guía, Gáldar, Agaete y Arucas, acompañado de su mecánico. Después de sobrevolar
la Montaña de Arucas tomó tierra en la finca de la familia Gourie, donde fue
espléndidamente agasajado mientras en Guanarteme se temía lo peor ante la
tardanza en el regreso. La muchedumbre, impaciente, oteaba el horizonte hasta que al fin, un punto diminuto se fue agrandando
conforme se acercaba, y cuando el ronroneo del motor se hizo perceptible
«aquello fue el delirio". Tras bajar del Bieriot, el francés fue aclamado como
un auténtico héroe, con amplia sonrisa respondía agradecido a las muestras de
admiración del gentío que le rodea ba», y, a modo de despedida, acompañado de
su esposa, sobrevoló en dos ocasiones la ciudad de Las Palmas de Gran Canaria,
dejando una estela heroica en e! corazón de sus habitantes que boquiabiertos
miraban sus evoluciones desde el Puerto, Lomo de San Francisco, Vegueta,
Barranco del Guiniguada, etc., pues las cimas de las montañas, las calles y las
azoteas, «eran atalayas de muchos ojos»
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