Chicas de Tamaraceite preparándose para ir a misa. |
Todavía recuerdo en mi niñez aquellos viernes santos solemnes, donde solo se escuchaba música clásica y te podías llevar un buen "coscorrón" si se te ocurría entonar alguna canción que no fuera religiosa.
Pero el viernes santo comenzaba realmente, por lo menos en mi familia, el jueves por la noche, cuando después de la misa de jueves santo acudíamos a visitar los Monumentos o las Siete Iglesias. Era un ritual visitar los Santísimos y acabar en Tamaraceite a las 10 de la noche para la Hora Santa, una hora de reflexión y oración delante del Monumento para a continuación hacer el Vía Crucis por las calles del pueblo. Durante un tiempo tuvimos la oportunidad de disfrutar del Vía Crucis Viviente que tan brillantemente se interpretaba por nuestras calles y que tenía como actor principal a Cillo en el papel de Jesús y donde se implicaba buena parte de nuestra gente, algunos incluso poniendo las luces de los coches en el Campo de la Manzanilla para que se pudiera ver el momento de la crucificción.
El viernes amanecía en silencio, se hablaba lo menos posible porque Jesús moría esa tarde y por supuesto no se comía carne. Lo tradicional era el sancocho de cherne salado con papas sancochadas y batata. ¡Tenías sed hasta el día siguiente! A las 5 había que acudir a la iglesia a escuchar el Sermón de las 7 Palabras y a besar la cruz para a continuación salir en procesión por nuestras calles con un respeto absoluto. Los hombres iban de luto, con corbata negra, las mujeres, algunas con mantilla y nada de colores chillones. Los hombres iban tras el Cristo Yacente y las mujeres tras la Vírgen de los Dolores o de San Juan que también se sacaba en aquellos años de mi niñez.
Hasta el sábado por la noche no se podía poner música, ni cantar, ni sonaban las campanas, hablar lo imprescindible y en algunos pueblos sonaba la "matraca", una especia de rueda que hacía ruido y que sustituía a las campanas.
El día de luto acababa el sábado por la noche con la Vigilia de Resurrección, que no podía ser antes de las 12 de la noche, y donde se quemaba a Judas en la Plaza como símbolo de quema del pecado y de aquél que había entregado a Jesús hacía dos días.
Los tiempos cambian, pero gracias a Dios que muchas de estas tradiciones no han cambiado, porque como decía hoy un octogenario entrevistado para una televisión nacional, la fe es la que da la vida. Y no deja de tener toda la razón porque estudios recientes dicen que los creyentes viven más. ¿Por qué será?