sábado, 20 de diciembre de 2008

Navidad y Reyes de antes


La Navidad de hace cincuenta o sesenta años se celebraba cantando villancicos, se realizaban comedias y como no, la “misa del gallo”. Desde un día antes se preparaban las truchas, cuando se podía, y la alegría era enorme por poder echarse algo a la boca.Todo era diferente a lo de ahora ya que no había turrones que eran sustituidos por “pellas de gofio”. Cuando llegaba el fin de año, era un día normal que no se solía celebrar. Más adelante con el paso de los años y siempre que fueses mayor de 18 años, podías ir a la Sociedad ya que si eras menor no te dejaban pasar. Fefina pasaba esas horas asomada a la ventana de casa de su hermana en la carretera, viendo a la gente que entraba y salía de la Sociedad.
Manuel Santana, “Cazuela”, nos contó cuando aún vivía, de la noche de Reyes de cuando no tenía más de 10 años, cuando le ponían una bolsita con pasas, chufas y otras cosas porque era gente pobre y no tenían para más. Al acabar la Guerra Civil y cuando España no había salido del bache económico, nos decía Manuel que le “echaban” un pantalón y una blusa ya que el dinero no se lo podían gastar en juguetes.
También el día de Reyes había distinción entre los niños de la Carretera y los de la Montañeta ya que los primeros alcanzaban a tener una patineta o bicicleta mientras que los otros, como mucho, alcanzaban golosinas, una muñeca de trapo o una “rasqueta”, de esas que dan vueltas y hacen ruido y con la que se recorría toda la Montañeta.
El niño de esta época, como Pepe Lezcano, esperaba el día de reyes con ilusión, aunque esta ilusión se transformaba en decepción y lágrimas al ver que otros tenían regalos y a él no le llegaba nada.
Pero juguetes tenían todo el año, carretones, tiraderas, trompos y boliches. Había un señor, Agustín Núñez, “el abuelo”, que tenía al pueblo surtido de carretones que tenían chasis, guardabarros de lata, dirección, etc. y estaba preparado para las carreras.
El balón era otro de los juguetes preferidos para jugar en la plaza, la carretera o alguno de los muchos estanques que por aquí había. Aprovechando los charcos hacían barcos de lata al que le ponían una vela o el tronco de una palma.
También se usaba el “caballito” que consistía en una caña con un hilo amarrado por las piernas, el que lo llevaba se daba un par de “tortas en el culo” y salía corriendo. Para frenar imitaban un relincho y hasta dejaban el caballo amarrado.
De todos modos, la ilusión siempre estaba presente, los zapatos nunca dejaban de ponerse, aún a sabiendas que los Reyes no “pasaban”. Esta era una época en que no se “pedía” sino que se recibía con alegría lo poco que les llegaba.

martes, 16 de diciembre de 2008

El CEIP Valencia cumple 36 años



Otro colegio importante en nuestro pueblo es el Valencia que surge el 16 de diciembre de 1972, siendo su primer director Fernando Arencibia, vecino de nuestro pueblo. Nace debido a un plan de urgencias, ante la masificación que estaban teniendo los centros, durante la Ley Villar. Hay que recordar que el colegio Adán del Castillo, antes de la inauguración del colegio Valencia, tenía tres turnos.En principio se hizo de manera provisional, por la urgencia que había en la época y se construyó con materiales de menos calidad, como techos de planchas de uralita, etc. Lo cierto es que lo que en principio iba a ser durante una temporada se ha convertido en parte de la historia de Tamaraceite, llegando a tener 45 unidades.Antonio José González estuvo durante 26 años en el colegio, llegó a ser director y compartió muy gratos recuerdos con compañeros como Raimundo, Heriberto, Cesareo, etc. que pasaron del Adán del Castillo al Valencia, siendo su primer portero “Folito”, hombre entrañable donde los haya y que tanto cariño dio a los niños y a los maestros.Una actividad importante de este colegio era el festival del “Día de la Madre”, iniciándose a principios de los 70, realizándose 13 ediciones, en las que participaron grupos tan importantes como Los Covinas o Los Tamas. Se ensayaba desde enero hasta marzo y los niños cantaban con voz en directo.

lunes, 8 de diciembre de 2008

Aniversario de la Parroquia de Tamaraceite


Hoy como 71 cumpleaños de nuestra parroquia de Tamaraceite les dejo con un comentario de nuestro anterior párroco Suso Vega:
“ Los dichos populares nunca engañan. Y uno de ellos dice que “si quieres tener un hijo pillo, mételo de monaguillo”. Habría que preguntárselo a Pepe Déniz, Manuel Cazuela, Pedro Dumpiérrez, Fernando Arencibia o a Juan Jesús. No sé si son o fueron pillos. Cara de eso al menos sí que tienen. Pero también hay otro dicho que afirma “unos tienen la fama y otros el provecho”. A ver si algún viejo monaguillo de Tamaraceite es capaz de quitarse el sambenito y nos da una explicación convincente de quién era entonces el que se comía las hostias, se bebía el vino o se reía en el momento más dramático de un sermón del viernes santo.Por la iglesia de Tamaraceite han pasado muchos monaguillos, sacristanes y sochantres. Y deben saber ustedes que en todas las parroquias son ellos quienes más secretos saben, los que conocen todos los intríngulis de la iglesia y los defectos y virtudes más notables del cura de turno.Las parroquias son un filón de anécdotas. En un lugar a donde cada semana acude casi siempre el mismo grupo de personas, inevitablemente surgen relaciones, afectos, caprichos y hasta alguna pequeña envidia. Es una familia con todo lo bueno y lo malo de cualquier familia. Los que entran a la sacristía “como Pedro por su casa”, abren roperos, guardan cosas, escuchan las quejas de un feligrés o el resongo del párroco, esos son los que saben la intrahistoria de cada parroquia. Y esos no son otros que los monaguillos, sochantres y sacristanes. Los curas también saben historias, pero tal vez son más reservados, a no ser cuando coinciden dos y no se entienden bien entre ellos. La mayoría del pueblo no llega a percibir las diferencias, pero los que andan entre roquetes, sobrepellices y sotanas sí que se enteran. Y más en aquellos tiempos de los que aquí se habla. Porque la sacristía de hace treinta o cuarenta años no se parece en nada a la sacristía de ahora. No hay que caer en la tentación de la nostalgia y pensar que lo bonito era lo de antes. Todas las cosas tienen su tiempo pero bueno es recordarlo. Antes las sacristías olían a sacristía: las paredes estaban impregnadas del olor a incienso y carbón. Las velas escurrían sobre los manteles y hasta le daban cierta belleza. Sonaba la campanilla en la misa y se cantaba un latín macarrónico que sólo sabían los curas, monaguillos y sacristanes.Yo también quise ser monaguillo, pero suspendí. El cura de mi parroquia, que vestía con sotana, bonete y dulleta, como aquí Don Ignacio, Don Manuel, Don Vicente o Don José Déniz, examinaba a cada chiquillo. Él decía “Dóminus vobiscum” y había que responder rápidamente “Et cum Spíritu túo”. Y como eran muchos los chicos que querían ser monaguillos, el más espabilado ganaba la “oposición”. Como yo no pude ser acólito, me quedé en cura que, aunque ustedes no lo crean, es un grado por debajo del de monaguillo. A los monaguillos, sacristanes y sochantres se les permitía alguna gamberrada, hablar y reírse en la misa, quedarse dormido en el sermón y hasta tomarle el pelo al cura. Estos en cambio tenemos que guardar las formas y portarnos bien hasta con los monaguillos.”

Jesús Vega Mesa