martes, 16 de septiembre de 2008

Curas monaguillos y sochantres en Tamaraceite


El primer párroco de Tamaraceite fue Don Mariano. Y el segundo, don Manuel, que tenía un papel donde estaba escrito todo lo que el monaguillo debía hacer en la iglesia: Primero, abrir la iglesia; después, arreglar la lámpara del Santísimo y luego, preparar los ornamentos sagrados: la casulla, el alba, el amito, la estola, el pan y el vino, el lavabo.....
Don Mariano se subía a la azotea para tirar caramelos a los niños. Entonces no había plaza, sino risco con picón. Él vivía en la casa parroquial, la misma de ahora. Don Manuel vivió en el Cruce de San Lorenzo y allí vivieron también D. Vicente y Don José Déniz”.
Pepe Lezcano fue monaguillo de Tamaraceite en los años 60, ya lo había sido en Tenoya. Después estuvo con D. Gregorio Alonso en San Telmo donde aprendió a tocar un poco el órgano y a cantar. Don Ignacio fue un día a San Telmo, a una de las fiestas de la Virgen cuando ya Manuel Cazuela se había retirado de la iglesia y propuso a Pepe ir a Tamaraceite. Pepe Lezcano aceptó y estuvo ayudando en Tamaraceite hasta que se fue al cuartel y a la vuelta del servicio militar volvió otro tiempo a Tamaraceite.
El templo no era como ahora, en vez del mural, había tres huecos o urnas en donde estaban San Antonio Abad, en el centro y a los lados San José y San Fernando. El piso era de cuadritos negros. La iglesia ha mejorado gracias a los curas que han pasado por aquí, aunque no todos han puesto su mano. Muchos recuerdan, sobre todo a Don Ignacio, que hizo mucho por la iglesia. Él puso las columnas de mármol (antes eran redondas), el piso que hay ahora y las vigas del techo. También hizo el edificio donde está Cáritas y la radio. Y en 1970 Jesús Arencibia realizó el mural. El párroco que más tiempo ha estado en tamaraceite ha sido D. Jesús Vega(1994-2008) que hizo la reforma de los lugares de la celebración: nuevo altar y ambón, el confesionario, los bancos, el aparcamiento, la emisora de radio, el nuevo centro parroquial detrás del Centro de Salud y otras reformas como el zócalo, el reloj de la torre y otras.
La misa antiguamente era en latín y se cuentan muchas anécdotas. El altar estaba pegado al retablo y el cura daba la espalda al pueblo. Solamente se viraba para la gente para decir: “Dóminus vobiscum” (el Señor esté con ustedes). Entonces algunos, en vez de responder “et cum Spíritu tuo” hacían una rima fácil diciendo “El culo te lo pellizco”.
Más tarde, el altar se puso más adelante, cara al pueblo. Aunque al principio costó adaptarse, la verdad que fue mucho mejor”. El cura era, casi, el menos que hacía. El que mandaba era Mateo, que era sacristán y sochantre (en la época de Noli). Todos los monaguillos se unían en contra de Mateo, porque D. Ignacio pasaba como el bueno y el que tenía que echar los pleitos era él. Mateo empezó de monaguillo con D. Ignacio a los seis años. Y estuvo hasta los veinte y pico. Primero fue monaguillo, después sacristán y luego sochantre. Era, el jefe. En el tema del canto era muy serio y había que responder bien las respuestas en latín y bien cantadas. En cierta ocasión el día de la función de San Antonio Abad, Estanislao cantó el “Descanse en paz” en vez del Cordero de Dios. Y ya no volvió a cantar más. Como Mateo era el “jefe” llevaba sotana negra y roquete blanco por ser el mayor. Los más jóvenes llevaban sotanas rojas con plumachos;: este el vestido , como si dijéramos, de los reclutas. Los más veteranos llevaban la sotana celeste. Prudencio y Mateo discutían porque los dos querían llevar la sotana negra. Un día, al acabar la misa de las 5 de la mañana, Prudencio y Mateo empezaron a pelearse en el lugar donde estaban los tronos. Cuando llegó Don Ignacio a la misa de 7 de la mañana estaban los dos tirados en el suelo, agarrados y pegándose. Sin embargo se llevaban muy bien.
En Semana Santa, el sábado, se bendecía el agua y los monaguillos salían a rociar las casas con el agua. Ellos entraban a las casas y la gente le decía dónde debían rociar. La gente, en agradecimiento daba algunos huevos o algunas perrillas que ellos iban recogiendo. Pero Prudencio y Mateo, a escondidas, cogían algunos huevos de los patos de los estanques hasta conseguir una cesta llena. Cuando llegaban al Toscón, donde había una tienda, ya con cierta hambrilla, compraban con el dinero de la alcancía un poco de pan y sardinas. Prudencio no necesitaba que nadie lo despertara para ir a misa. El gallo de Cirila Cantero lo despertaba los domingos a las cuatro y media de la mañana. Y solamente por el hecho de ponerse la sotana no dormía en toda la noche. Luego pedía a Agustinita el pan calentito para los monaguillos y entraba a la sacristía. El latín era el idioma oficial de la iglesia. Y los monaguillos tenían que aprenderse de memoria las oraciones en latín. Don Manuel Rodríguez, al salir de la escuela, en los escalones, les enseñaba. Y daba más “leña” que clases... Pero se aprendía. Uno de los monaguillos de aquella época recuerda: un año, por Pascua de Navidad, el cura Don Manuel Rodríguez puso, en donde hoy está el mural de Jesús Arencibia, las cortinas que le había prestado el dueño del cine, Don Manuel Marrero. Colocó unas cuerdas y había que tirar de ellas cuando, en la Nochebuena, el cura cantara “Gloria in excelsis Deo” (Gloria a Dios en las alturas). Y mientras cantaba el gloria, los monaguillos tenían que hacer sonar con fuerza las campanillas chicas. Manuel se cansaba de tocar tanto tiempo y el cura le daba capones en la cabeza diciendo: sigue, sigue, sigue...
En el salón parroquial estaba el archivo antiguamente. Y la palanca de la luz estaba cerca de la puerta, donde ahora está Santa Rita, que allí estaba la pila bautismal. Un día alguien bajó la palanca y cuando D. Manuel se enteró quién había sido, fue a la casa del chico y, delante del padre, le pegó una “tollina”. Al día siguiente, la gente le decía al padre que si era bobo, que había dejado que el cura le pegase a su hijo. A lo que éste respondía diciendo que no le dijo nada por si acaso le pegara a él..... Don Manuel era un hombre corpulento. Había sido alférez del ejército en África.
El vestuario del monaguillo, recuerdan, era la sotana y el roquete en la parte de arriba. El mayor llevaba sobrepelliz. También se ponían la moceta, una especie de capa hasta media espalda, como las pañoletas de las mujeres. El sochantre estaba para cantar y el sacristán para el arreglo de la iglesia.

No hay comentarios: