Esteban G. Santana Cabrera |
Pero hoy no quiero centrarme en los médicos, que merecen un artículo aparte, sino en los practicantes, una figura que en muchas ocasiones ha pasado desapercibida y que ha quedado en el olvido. Por ello, no podemos olvidar la fantástica labor social que realizaron en una época de muchas dificultades sociales y políticas y bien que merecerían un homenaje por parte de la sociedad en prueba de su agradecimiento. Esto sin olvidar a las mujeres que ponían inyecciones, como Pinito la de Los Bloques, que de manera altruista iba a las casas de los que no podían pagar al practicante a administrar los tratamientos que mandaba Don Aurelio o Don José.
Antonio Domínguez |
A Don Félix le suple Don Santiago García, conocido popularmente en toda Canarias por el Charlot de Las Palmas. Don Santiago ya no venía como barbero sino como practicante y cuentan los mayores que hizo mucho por la gente del pueblo. Tenía su despacho por la Calle Fe y era uno más en Tamaraceite. Le encantaban las fiestas y los carnavales. Su disfraz favorito era el de Charlot que se ponía para los bailes en el Cine o en la Sociedad, donde lo imitaba a la perfección. Fue muy conocido en el Carnaval de Las Palmas por su participación en las galas y desfiles, emulando a tan famoso actor. Pedro Domínguez me decía: "Don Santiago con agujas nuevas y dando un golpito en la nalga ni te enterabas".
Don Santiago el practicante en el centro agachado |
Pero a finales de los 60 llega a Tamaraceite a lomos de su Bultaco Alfredo Díaz del Pino, conocido popularmente como Don Alfredo, uno de los últimos practicantes de Tamaraceite, y me explico, ya que vivió la época en la que el practicante pasaba a denominarse ATS. Aunque nació en Ciudad Jardín, pasó mucho tiempo de su niñez y juventud en Las Torres con sus abuelos y primos. Ya de pequeño empezó a enamorarse de Tamaraceite en aquellas excursiones que hacía en bicicleta junto a sus primos y se encandiló del verdor de su valle rodeado de plataneras.
Como a muchos chiquillos de aquellos años 50 y 60, su pasión era el fútbol, y no se le daba mal. Llegó a jugar en el Porteño con muchas de las grandes figuras que dio el fútbol de nuestro barrio como Guedes, Guerrita, Cayetano, Toribio, Ramírez, etc. Vivió en primera persona la llegada del Porteño como club a Tamaraceite y el cambio de denominación posteriormente a UD Tamaraceite.
Don Alfredo fue un profesional sanitario que dio su vida por la profesión, que casualmente surgió de manera vocacional al ver a su primo, Don Santiago el practicante, atender a su madre enferma. Sus comienzos como sanitario se remontan a 1969, cuando todavía jugaba en el Porteño, y las casualidades de la vida lo iban a llevar a Tamaraceite gracias a Don Manuel Acosta que le propuso desempeñar su labor en el pueblo. Muchos fuimos los chiquillos que pasamos por sus manos y probamos sus agujas, en la consulta de la Seguridad Social primero o acudiendo más tarde a su despacho en la Cruz del Ovejero, en el bajo de su vivienda. Pero lo más normal era ir a las casas, acudía a la llamada de los vecinos a cualquier hora, ya fuera sábado o domingo. Con Don Alfredo se vivió un cambio en cuanto a la asistencia sanitaria en Tamaraceite, ya que el ATS como profesión en sí no existe desde 1977, momento en que las Escuelas de Enfermería se integraron en la Universidad.
Después de Don Alfredo llegó otro joven practicante a Tamaraceite. El hijo de Ramoncito el de los ciegos. José Ramón González Reyes empezó con su Seat 127 amarillo a recorrer los barrios de Tamaraceite. Era muy conocido por su padre. José Ramón, persona muy graciable, un buen profesional que tenía el despacho enfrente de la plaza. Me cuenta Pedro Domínguez que "le gustaba la cirugía y la podología. Recuerdo que un día me dijo si quería acompañarle como ayudante para pegarle la oreja a una mujer de Los Giles, que por lo que fue que al tirarle de un zarcillo tenía el lóbulo separado en dos: tú no tienes que hacer nada sino estar allí para que ella se sienta más tranquila... y claro fui. Otro día vino por la barbería le dije que tenía un callo en el pie que me tenía loco, que si me ponía un parche y me dijo "Espérate un momento", fue al coche se trajo el maletín me quitó el callo y nunca más volvió a salir".
Yo personalmente tengo muchos recuerdos de él porque era el que ponía las inyecciones a mi padre y lo atendió hasta el día de su fallecimiento. Entraba por casa como uno más, ya que tenía que venir dos veces al día y se convirtió en alguien más de la familia. Y en más de una ocasión lo acompañaba en sus rutas por los barrios a pinchar en el 127. Estuvo en Tamaraceite hasta que fue destinado a un centro de salud de la isla.
Con la llegada de los centros de salud se perdió la cercanía del practicante. Ya no acudían a los domicilios salvo que fueran personas encamadas, sino que había que ir a la consulta. Esto supuso el final del practicante de barrio y la llegada de la enfermera y el fin de mil y una anécdotas que no merecen ser olvidadas.