Por Esther Cabrera |
Sr Párroco, familiares, vecinos, amigos todos.
Cuando
recibí la llamada del párroco Víctor Domínguez
para comunicarme la invitación para ser la pregonera de las fiestas de San Antonio Abad
de este año 2019, se me vino el mundo abajo. Pregonar, ser pregonera de las
fiestas patronales de mi pueblo, del pueblo que me vio nacer hace ya unos
cuantos años, es una gran responsabilidad y un
gran honor para mí, aunque para los más jóvenes esto esté pasado ya de
moda. Por eso, quiero en primer lugar dar las gracias al Párroco y a la
comisión de Fiestas por la confianza puesta en mí, pero sobre todo en hacer
posible que las fiestas de Tamaraceite no se pierdan en el olvido.
Para mí ha sido muy
difícil expresar en palabras tantos y tantos recuerdos y vivencias de tantos
años en Tamaraceite, en la Parroquia y en la Escuela. Porque es, en estos tres
ejes, en lo que voy a basar mi pregón. Pero quiero dejar claro que esto que les
voy a contar no es la historia de Tamaraceite, ni de la Parroquia ni de la
Escuela, sino que son mis vivencias de niña, de joven y de adulta, y así se los
transmito.
Ha habido un antes y un
después en nuestro querido pueblo de Tamaraceite, del cual nos enorgullecemos
de pertenecer. Y aquí hago una reivindicación a todas y todos los que aquí
vivimos a mantener el término pueblo ya que en poco tiempo hemos pasado a ser
un barrio y últimamente distrito VIII. Un pueblo en el que todos nos
conocíamos, nos respetábamos y nos unía una gran camaradería.
Y
voy a hacer alusión a continuación a la IGLESIA.
Las celebraciones
litúrgicas del pueblo las comenzábamos los domingos a las 5 de la mañana, que
en algunos pueblos se le llamaba la misa de los cazadores, un deporte muy
practicado en esta zona de Tamaraceite.
A las salidas de misa
se tertuliaba bien en la Plaza como en los comercios que se encontraban
alrededor de la Iglesia, como el de Juanito Pérez, donde se aprovechaban los
señores a tomar su buchito de café y donde encontrábamos a personajes tan
pintorescos y recordados como Don Félix el practicante y otros personajes
públicos del pueblo. En la tienda de Juanito Pérez se vendía de todo, desde un
tornillo hasta un tornillo. Ferretería, cafetería, electrodomésticos, zapatos y
comida. Un centro comercial en toda regla, como el que luego montara a gran
escala Manuel Cabrera “Macriver” y del que tanto se hablaba en toda la isla. En
los pequeños comercios se utilizaba el “fiado” en vez de la tarjeta de crédito
de hoy en día. Esto era de una gran ayuda para la gente necesitada del pueblo.
Cerca de la tienda de
Juanito Pérez estaba la famosa industria de pan y dulces de Doña María
Villegas, famosas no solo en Tamaraceite sino en toda la isla por sus bizcochos
lustrados, ya que los coches de hora hacían sus pertinentes paradas aquí. Otro
de los bares que estaban en torno a la parroquia era el bar de Cristóbal,
famoso por sus tapas de calamares y churros de pescado.
Los días de fiesta,
después de misa, los paseos se hacían en la Carretera General, tanto las
mayores como las más jóvenes, t venían incluso de otros pueblos como Arucas,
Teror, Telde o Santidad. Algunos días determinados, sobre todo en días de
fiesta.
Otra de las tiendas que
no me gustaría olvidar era la de Periquito Acosta y la de Prudencio Medina, que
colaboraban en el cambio de vales de Cáritas por alimentación.
En torno a la Iglesia
también estaban las industrias de harina y molinería como la Molinería San
Antonio de Don Juan Suárez, que luego continuaría su hijo Antonio Juan, y la de Elías que estaba en la Cruz del
Ovejero.
Pero la historia de la
Iglesia de Tamaraceite viene muy unida a
los sacerdotes que por aquí pasaron y que tuve la oportunidad de conocer. Todos dejaron su huella, según sus
cualidades. Con Don Pedro Castellano hice mi primera comunión, y con él se
empezó a restaurar el templo parroquial. Hombre infatigable con la venta de
números para poder empezar la obra.
Una persona que no
podemos olvidar es la figura de Pepe Déniz, que aunque está en nuestro núcleo
familiar, no por ello voy a dejar de mencionar. Vivió en cuerpo y alma el
compromiso con su parroquia, como lo hizo más tarde con Don Ignacio Domínguez,
otro sacerdote muy recordado y querido por todos que le tocó finalizar las
obras de remodelación de la iglesia, la casa parroquial y construyendo los
salones parroquiales que luego pasarían a ser usados por Cáritas y por
Catequesis. Una manera de recaudar fondos eran las rifas benéficas y los
festivales, o mejor dicho, las Comedias, como así se conocían, las Comedias de
Mariquita González, madre de Sionita Díaz y del artista Juan Alberto Díaz. En
las comedias participaban muchas personas del pueblo de diferentes edades como
Mary Afonso o Pepe González y donde se fomentaba una gran amistad y
familiaridad. En esta etapa destaco la colaboración de nuestro gran pintor Don
Jesús Arencibia que nos dejó como gran recuerdo esta grandiosa obra de arte,
este mural que es una de sus obras más importantes.
Otro personaje que me
gustaría recordar esta noche, trabajador incansable por el pueblo y la
parroquia fue Antonio Arencibia, al que le debemos la decoración de la capilla
del Santísimo y cuya cristalera fue diseñada por su primo Jesús Arencibia. A
Antonio Arencibia le debemos el diseño de los retablos de las naves laterales
del templo, la renovación de los cuadros, tronos e imágenes. Antonio vivía
intensamente la Navidad, Semana Santa y como no, la solemnidad de nuestro
patrono San Antonio Abad y del Santo Cristo. Fue impulsor de la Bajada del
Cristo crucificado.
El día de San Antonio
Abad se hacía la solemne función en la ermita de la Mayordomía y posteriormente
se traía a San Antonio el Chico desde la ermita de la Mayordomía hasta el
templo parroquial, imagen que a partir de los años 70 salía en procesión hasta
la Plaza de la Cruz donde se realizaba la Bendición de los Animales.
En la etapa de Don
Ignacio otras figuras relevantes en la iglesia fue la de Mateo Medina,
monaguillo y posteriormente sorchantre. Pepito Lezcano y Manuel Cazuela eran
los responsables de las tareas musicales.
Después de Don Ignacio
llegó a la parroquia Don Pío Luis García y como coadjutor Don Pedro Galván y
fue en esta etapa cuando se creó la parroquia de Lomo Los Frailes y se dividió
la parroquia de Tamaraceite, nombrándose a Don Pedro Galván como primer párroco
de la Parroquia de Nuestra Señora del Camino de Fátima.
Otro de los párrocos
que me gustaría recordar es a Don Olegario, con él se llevó a cabo una misión
popular con los Padres Redentoristas, donde surgieron muchas asambleas
familiares y una Comunidad Neocatecumenal. Durante su estancia se preocupó de
los ancianos y enfermos con un gran celo apostólico.
Más recientemente hemos
tenido en nuestra parroquia a Don Jesús Vega, fundador de Radio Tamaraceite y
que ha llegado hasta nuestros días gracias a la encomiable labor de otros
párrocos posteriores como Don Cristóbal Déniz, que creó la Fundación de la
radio y Don Jorge Martín que siguiera sus pasos y hoy en día es Conciliario de
la emisora diocesana. Una emisora creada para la formación de jóvenes pero con
un gran papel evangelizador que la ha llevado a ser hoy uno de los grandes
proyectos de comunicación de la diócesis, siendo el Obispo Don Francisco Cases
presidente de su Fundación.
En la época de Suso
llegaron las comunidades del Sagrado Corazón y las Dominicas que tanto bien han
hecho en nuestra parroquia. Recordamos con gran cariño a Lidia, María Dolores,
Fina, Isabel, María, Elena y Aquilina entre otras.
Hay que recordar la
figura de los sacristanes como Agustinito, Juanito el Cartero y Antonio que tan
buena labor hicieron durante muchos años.
Para finalizar les
quiero contar un poco del ámbito educativo. Cuando yo era pequeña existía las
Escuelas del Rey, una de niños con Don Manuel Balbuena y Don Lorenzo y otra de
niñas con la maestra la Señorita Puri, con la que estuve poco tiempo. Lego
había otras escuelas más pequeñas como la de Mary Monzón, Adoración, Chita o
Angelita. También tuvo una escuela en el Puente Marujita Hernández de la que
recuerdo que el primer día de clase, como yo iba siempre corriendo, no vi que
iba una gallina y sus polluelos y pisé a uno de ellos. ¡Cuál no fue mi
amargura! ¡Cómo para olvidar mi primer día en el colegio de Marujita! Ya
entonces mi hermana Olga puso una escuela donde la mayoría de los niños que
iban se preparaban para hacer el ingreso al bachiller. ¡Yo tendría que echarle
muchas flores a mi hermana pero lo dejo ahí!
Estudié Bachiller y
luego hice Magisterio. Terminé la carrera y seguí con la escuela de mi hermana
un tiempo hasta que me ofrecieron dar clase en una academia, la Providencia,
donde estuve cinco años dando clases hasta que Don Juan Roque vino un día a
buscarme a mi casa para si quería dar clases en el Grupo Escolar porque
necesitaban maestros. Y yo le dije que sí. ¡Frente a mi casa qué le iba a
decir! Ahí pasé los últimos treinta años de mi vida laboral, donde no todo fue
de color rosa, ya que algunas espinas hubo también en el camino. Sobre todo
vivir la transición de la escuela, donde al maestro se le respetaba, se le
trataba de usted y de pronto se pasó al tutear al maestro y a las faltas de
respeto al maestro. Tuve muy buenos compañeros de trabajo como fueron los
directores Don Juan Roque, Juan Alberto Roque, Juan Alberto López, Juan Jesús
González o Manolo Reyes. También grandes maestros y maestras del pueblo que me
enseñaron mucho como Doña María o Doña Paca Hernández, Juana Guerra, Conchi
Moreno o Fernando Arencibia. Un grupo de maestros y maestras que nos tocó
luchar por la jornada única tras comprobar que los niños rendían menos por la
tarde que por la mañana.
Pero hoy en día casi ni
conocemos a los maestros del pueblo, ya no paseamos por Tamaraceite, como mucho
vamos a Los Alisios, el pequeño comercio ha ido desapareciendo poco a poco
comido por las grandes superficies que, quién lo iba a decir, llegaron a
Tamaraceite. Donde antes solo había plataneras y estanques ahora solo hay
tiendas, asfalto y aceras. Los tiempos han cambiado y nosotros hemos cambiado,
pero lo que no podrá hacernos perder el progreso son nuestros recuerdos.
Con estas palabras,
sinceras, salidas de lo más hondo de mi alma, he querido cantar a mi pueblo,
animada por mis recuerdos y por mis vivencias. Quiero volver a dar las gracias
a quienes me han dado la oportunidad de hacerlo, y a ustedes, vecinos,
familiares, amigos todos, gracias por escucharme con la atención que lo han
hecho, gracias por su paciencia. Mi cometido como pregonera es el de invitarles
a vivir las fiestas patronales de san Antonio Abad, antes de que se pierdan en
el olvido. Estamos obligados. Solo me queda desearles ¡Felices fiestas a todos!
Y gritar con ustedes
¡Viva
Tamaraceite!
Vivan las fiestas de San Antonio Abad
Muchas gracias.