Por Esteban G. Santana Cabrera |
LPDLP.¿Me conoces mascarita? Una expresión que ya pertenece a nuestro pasado más entrañable. ¡Cómo han cambiado los carnavales en los últimos cincuenta años! Se ha ido pasando progresivamente de un carnaval activo a un carnaval pasivo. Un carnaval en que nos teníamos que fabricar nuestro propio disfraz, con lo que teníamos en casa o con ropa prestada, y ahora todo viene hecho, en su mayoría de China. Cualquier artilugio o disfraz que queramos está en el mercado. Un golpe duro a la imaginación de niños y mayores. Todavía recuerdo cuando deseábamos que llegase el carnaval para salir a la calle, e ir de casa en casa a pedir un "huevito". Una tradición que con el tiempo se ha perdido, y a mi modo de entender, con ella ha ido desapareciendo la escencia de las fiestas de las carnestolendas. Yo no viví la "fiesta prohibida" que vivieron mis padres y abuelos, a los que a muchos les tocó correr delante de la policía armada con aquellos trajes de "arretrancos" o aquellas fiestas casi clandestinas debajo del bombillo del farol callejero al son de una música discreta para no ser oídos por las autoridades. Cuando pedías “un huevito” te respondían: “espera que voy a buscar los del perrito” o también gritaban: “el guardia, el guardia” para que los chiquillos corrieran. Para estas generaciones la “mascarada” era poder decir con la cara tapada lo que no podías decir ni hacer con la cara descubierta, por la represión que había en la época franquista.“Chona la negra”, trabajaba en Las Palmas y traía ropas a la cueva donde vivía para que los chiquillos se disfrazaran.“Francisquito el ratón” se ponía su careta de perro y corría detrás de los chiquillos asustándolos. Anita Peñate vendía “fotingos”, se ponía una “vasinilla” en la cabeza y los chiquillos corrían detrás de ella. Lola Tejera, hermana de Inés Tejera, se ponía una careta y con un pandero recorría La Montañeta mientras que los chiquillos iban detrás de ella. En todo pueblo había un punto de encuentro del carnaval, en el Tamaraceite de aquellos años era cerca de la casa de Prudencio Medina, porque ahí había un bombillo, sólo había dos en toda la zona. La luz era la que marcaba el punto de encuentro porque se aprovechaba para los bailes. En los años 60 y 70 en nuestros pueblos eran tradicionales las fiestas de la Sociedad de Recreo, para los más pudientes, y las del Cine, a la que podía ir toda la gente sin distincion de clase social. Allí se entremezclaban ricos y pobres, los de la Montañeta y los de la Carretera, los de aquí y los de afuera, todos unidos al son del ritmo que imprimían las orquestas de moda del momento, La Tropical o Los Covina. Incluso había tiempo para las fiestas infantiles a las 5 de a tarde. Las cosas han cambiado, hemos pasado de un carnaval familiar y de pueblo o de barrio, a un carnaval mediático y comercial. Ya no hace falta salir de casa para vivir el carnaval, se puede hacer desde el sillón de casa y sin ponerse un triste antifaz. Y sobre todo, no se dice esa frase que tantos recuerdos me trae: ¿me conoces mascarita?